1951

Los primeros latidos

Futuros músicos

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1. Treinta y seis bebés ♂ en compás

En 1951 llegaron al mundo treinta y seis bebés registrados como varones, según consta en las biografías y documentos de la época. No sabían, claro, que décadas más tarde iban a discutir con los dioses del canon. La mayoría nació en barrios obreros o suburbios prolijos, en hospitales provinciales, maternidades públicas y casas sin agua caliente, entre radios de válvulas, televisores incipientes y discos de 78 rpm. Mientras Enrique Santos Discépolo y Arnold Schönberg se despedían, esta nueva generación comenzaba a ver la luz. No traían manifiestos bajo el brazo, pero sí una intuición silenciosa: la música podía ser conciencia, refugio, experimento, oración o una fiesta lúcida.

Escena surreal y atmosférica con tocadiscos de los años cincuenta, radios de válvulas y una televisión de época
Composición inspirada en un hogar típico de comienzos de la década de 1950, con radios de válvulas, primeras televisiones y discos de 78 rpm, en sintonía con el contexto musical narrado en el texto. Imagen generada por los modelos digitales de OpenAI bajo la dirección artística de JGC.

Treinta y seis de esos recién nacidos, los que seguimos en esta primera parte, terminaron aportando piezas decisivas al rompecabezas del sonido moderno. Algunos construyeron catedrales de rock y pop desde Inglaterra y Estados Unidos; otros afinaron la melancolía del soft rock, la elegancia del soul, el filo del punk o la memoria del sur latinoamericano. Bateristas que se volvieron frontmen, bajistas que tomaron la voz principal, cantautores que hicieron del susurro un gesto político y rebeldes que con tres acordes dijeron lo que otros tratados no se animaban a formular.

Este mapa no pretende agotar ni dictar jerarquías: es una constelación narrada. Recorremos sus trayectorias en movimientos —arquitectos del rock, poetas del folk, artesanos del soul, insurrectos del punk, voces latinoamericanas y virtuosos de frontera— para escuchar cómo un mismo año de nacimiento puede desplegarse en lenguajes tan distintos. Vistos juntos, estos hombres del 51 revelan un hilo común: sensibilidad aguda, riesgo calculado (o feroz) y una combinación poco frecuente de oficio y vulnerabilidad.

Este es el primer lado del vinilo. En una sección aparte aparecen doce bebés registradas como niñas en 1951 que, con los años, se convirtieron en compositoras, cantantes, multiinstrumentistas o integrantes de bandas de pop y rock. Sin ellas, la historia sonaría incompleta. Aquí comenzamos por los treinta y seis en compás; enseguida, sus voces afinarán el año desde la otra cara del disco.

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2. Arquitectos del Rock & Pop

De entre los nacidos en 1951, algunos encontraron en el estudio su territorio natural y en el sonido, una forma de pensamiento. Fueron constructores más que agitadores: diseñaron estructuras invisibles, donde cada acorde, cada silencio y cada capa de producción tenía un propósito. No levantaron pancartas ni buscaron romperlo todo, prefirieron que la mezcla hablara por ellos. A estos artesanos de la forma, los llamamos aquí arquitectos. Comencemos por:

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2.1. Phil Collins: la fuerza motriz

El 30 de enero es una fecha grabada en el recuerdo de los memoriosos: día de sombras en que la corona de Carlos I de Inglaterra cayó por desafiar el frágil equilibrio del poder; el día en que la voz de Mahatma Gandhi se apagó en una mansión del centro de Nueva Delhi.

Entre esos ecos sombríos, la fecha comenzó, tiempo después, a adquirir otras asociaciones más luminosas. Muchos melómanos la asocian con el concierto improvisado de 1969 que The Beatles lanzaron desde la azotea del edificio de Apple Corps en Londres, como si la metrópolis se hubiera detenido a escuchar. [*]

También un 30 de enero, pero de 1951, llegó al mundo en la capital inglesa un chico inquieto que pronto encontraría en la batería su manera de ordenar el caos. No necesitó proclamas: le bastó con marcar el pulso hasta volverlo inconfundible. Su metrónomo interior terminó dictando el ritmo de buena parte del rock británico de los setenta.

Bajo el signo del Tigre de Metal según el calendario chino, encarnó el equilibrio perfecto entre precisión y emoción. Primero, tras la batería, transformó el ritmo en una forma de liderazgo. En los clímax de Supper’s Ready, su batería era una arquitectura de energía contenida: durante veintitrés minutos de parodia, visiones y fuego apocalíptico, sus coros sostenían los vuelos de Peter Gabriel (*13.02.1950).

Con el tiempo, Collins Con el tiempo, Collins demostró que también podía ser la voz principal de Genesis. Desde la ternura nostálgica de Ripples hasta la furia contenida de In the Air Tonight, mostró que su estilo apuntaba más alto: llevar la intensidad de la banda a públicos masivos sin renunciar a su complejidad.

Phil Collins, In The Air Tonight. Publicada como sencillo en enero de 1981, se convirtió en una de las piezas más influyentes del pop británico de los ochenta, célebre por su atmósfera minimalista y su icónico “drum fill”. Collins grabó la canción para su álbum debut Face Value, construyendo una tensión progresiva entre interpretación y producción.

De la salida de Gabriel al ascenso de Collins

Como recordamos en la introducción cultural de 1950, otros dos pilares de Genesis fueron:

Tony Banks (*27.03.1950), artesano de las teclas. Con Hammond, Mellotron y sintetizadores, levantaba espacios como catedrales de sonido. A su lado, Mike Rutherford (*02.10.1950), bajo y guitarra firmes, menos visible pero esencial: el marco que impedía que los sueños de Gabriel y la fuerza de Collins se desmoronaran.

En 1975, Gabriel decidió marcharse. No hubo traición ni ruptura amarga, sino una necesidad de libertad. Collins tomó entonces el timón y, bajo su liderazgo, Genesis pasó del culto progresivo a convertirse en una de las grandes bandas de pop-rock de los años ochenta.

Follow You Follow Me (1978) marcó el giro de Genesis hacia un sonido más cercano al gran público. No fue solo Phil Collins (1951) a la voz: a su lado estaban Tony Banks (1950), arquitecto de atmósferas, y Mike Rutherford (1950), sólido en bajo y guitarra. Juntos forjaron una química inconfundible de emoción, estructura y ritmo que llevó a la banda a nuevos horizontes.

Hijos del boom, nacidos en Inglaterra

Gabriel, Collins, Banks y Rutherford fueron baby boomers, nacidos con meses de diferencia en una Inglaterra aún gris y austera, marcada por el racionamiento y la memoria reciente de la guerra. No nacieron en Montevideo, donde 1950 fue fiesta popular con el eco del Maracanazo, sino en un país que intentaba reconstruirse entre ruinas y tradiciones rígidas.

Foto promocional de Genesis en 1980, con Tony Banks, Phil Collins y Mike Rutherford, distribuida por Atlantic Records para el álbum Duke.
Fotografía de prensa de Genesis, distribuida por Atlantic Records en abril de 1980 para promocionar el álbum Duke. El trío Tony Banks, Phil Collins y Mike Rutherford, consolidado tras la salida de Steve Hackett en 1977, marcó un punto de inflexión al combinar el legado progresivo con un sonido más accesible. Imagen en dominio público.

Por una de esas ironías del destino, varios de los futuros integrantes de Genesis se cruzaron en Charterhouse, un internado de la vieja Inglaterra que preparaba a sus alumnos para despachos, no para escenarios. Allí, entre horarios estrictos y modales victorianos, cuatro adolescentes encontraron refugio en la música y, con él, su única forma de desobediencia. Allí comenzó a encenderse la chispa de Genesis.

Si lo pensamos un poco, no resulta tan extraño que en una escuela de la Inglaterra de posguerra naciera un impulso rebelde y diera origen a estos músicos. Mientras el mundo cambiaba rápidamente, los jóvenes sentían el impulso de inventar nuevos sonidos. Para ellos, 1951 resultó ser el umbral de un tiempo en que el arte se volvió una forma de expresar las angustias de su generación.

Phil Collins a la batería en el Umbria Jazz Festival de Perugia, 1996.
Phil Collins en el Umbria Jazz Festival, Perugia, 15 de julio de 1996. A su alrededor brillan los platillos Sabian, que ayudó a popularizar con su golpe seco, inconfundible tanto en los años dorados de Genesis como en su carrera solista. Imagen en dominio público.
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2.2. Sting: del jersey a rayas al aguijón de la música

En uno de los condados de Inglaterra, un 2 de octubre de 1951, nació un niño llamado Gordon Matthew Thomas Sumner, sin saber que un día pondría música a la fragilidad, la soledad y los fantasmas del siglo. Su voz se volvería un hilo persistente entre décadas, como un eco que no se extingue del todo.

Sting cantando y tocando el bajo en un concierto de The Police en Atlanta, 1979
Sting en vivo con The Police, durante el concierto en el Agora Ballroom de Atlanta, el 27 de abril de 1979. Fotografía de Acroterion, publicada bajo licencia CC BY-SA 4.0 , vía Wikimedia Commons.

Durante sus primeros años como músico de jazz, Gordon solía presentarse con un suéter a rayas negras y amarillas. Y aunque ya cargaba con tres nombres de pila, sus compañeros en los Phoenix Jazzmen no se dieron por satisfechos: comenzaron a llamarlo “Sting” (aguijón en inglés) porque aquel jersey lo hacía parecer una avispa. El apodo se fundió con su arte, como la letra de una canción que ya no puede separarse de su melodía.

Trazando el paisaje musical

Seguir la trayectoria de Sting es ir tras Message in a Bottle, de un hombre que a menudo parecía un Ghost in the Machine, eternamente tensado entre espíritu y materia. Su camino no comenzó con un rugido, sino con el pulso inquieto de Synchronicity, una suerte de mapa al que volvería una y otra vez.

Demostró desde el principio que The Dream of the Blue Turtles no era un sueño pasajero. Era el inicio de una nueva gramática, donde el jazz rozaba al rock y encontraba, en Englishman in New York, una urgencia propia.

Su ingenio siempre ha sido de la estirpe de Ten Summoner’s Tales: el don de contar historias que se sienten a la vez íntimas y universales. Ha atravesado el duelo en The Soul Cages y ha salido a la luz con Brand New Day, sabiendo que no hay …Nothing Like the Sun para una calidez constante.

Sting, Fragile. Lanzada en 1987 dentro del álbum …Nothing Like the Sun, esta composición se convirtió en una de las más delicadas y universales del cantautor británico. Escrita como homenaje a un ingeniero civil estadounidense asesinado en Nicaragua, la canción reflexiona sobre la fragilidad humana frente a la violencia. Con su mezcla de jazz y bossa nova, Fragile sigue siendo una de las obras más interpretadas de Sting, símbolo de sensibilidad y conciencia global.

Sin embargo, su camino no es solo Sacred Love; es también Mercury Falling: mercurial, impredecible, esquivo.

Incluso cuando revisita su pasado, como en My Songs, o construye The Last Ship para regresar a sus raíces, no es nostalgia sino descubrimiento. Tras 57th & 9th, otra encrucijada, siempre está The Bridge esperando. Sigue cartografiando los Fields of Gold de la fragilidad humana: un eco que, una vez escuchado, nunca termina de soltarnos.

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2.3. Charly García: el arquitecto del rock argentino

Dos extremos de un mismo 1951: en el norte industrial de Inglaterra crecía un muchacho que afilaría su aguijón melódico hasta convertirlo en voz global; en el sur, en un barrio porteño todavía arbolado, nacía otro niño destinado a poner palabras y acordes al desgarro de toda una generación. Entre Sting y Charly García se dibuja un arco invisible: distintas geografías, distintos lenguajes, pero la misma urgencia de transformar el tiempo en música.

En la primavera de 1951, Caballito era un barrio que aún conservaba sus casonas con jardines y viejas arboledas, aunque empezaba a transformarse con los nuevos edificios de propiedad horizontal. Allí nació Carlos Alberto García Moreno. El vecindario reflejaba la modernización porteña: avenidas con residencias coquetas y departamentos de categoría, mientras en las calles interiores los plátanos alargaban su sombra sobre veredas interminables.

En ese marco apacible, Charly llegó al mundo en el seno de una familia con buen pasar. Su padre, empresario pionero, había fundado la primera fábrica de fórmica de la Argentina; su madre se dedicaba al cuidado de los hijos con la ayuda de niñeras profesionales. Vivían en un departamento amplio, a pocas cuadras del Parque Centenario, donde el niño pasaba tardes enteras dibujando dinosaurios en el Museo de Ciencias Naturales. Desde pequeño mostró intereses poco comunes: lo fascinaban los mitos griegos, los planetas y los gigantes prehistóricos. Y, muy pronto, reveló un don que marcaría su destino: un oído absoluto, capaz de reconocer cada nota como si fueran colores en el aire.

El piano se convirtió en su segunda casa. Aprendió piezas clásicas con una velocidad asombrosa y pronto se vio atrapado entre dos mundos: el rigor académico que lo formaba en Bach o Chopin, y la atracción de los sonidos nuevos que venían de la radio y los discos. Esa tensión entre tradición y ruptura sería la constante de su vida artística.

En el Dámaso Centeno, entre clase y clase, un joven Nito Mestre afinaba su voz en una banda de nombre grandilocuente: La Indignación del Siglo. La revolución prometida nunca ocurrió, pero el azar, ese cómplice del arte, tenía preparado un encuentro inesperado: un compañero de instituto que ardía con la misma pasión por la música, Charly García. De esa chispa, de esa unión de talentos en ciernes, estallaría el germen de la leyenda: Sui Generis.

La banda le puso letra y música al alma de una generación que vivía tiempos convulsos. Canciones como Canción para mi muerte y Rasguña las piedras se convirtieron en himnos generacionales. Con apenas cuatro discos, Sui Generis instaló una nueva sensibilidad: poesía íntima, melodías directas y una rebeldía que supo esquivar la censura.

Tras la separación del dúo en 1975, Charly dio un salto hacia el rock progresivo con La Máquina de Hacer Pájaros, aventura breve pero ambiciosa que incorporó arreglos complejos, sintetizadores y una estética cercana a Yes o Genesis. Era el laboratorio de un músico que no se conformaba con repetir fórmulas.

El gran golpe llegaría en 1978 con la creación de Serú Girán, junto a David Lebón, Pedro Aznar y Oscar Moro. El grupo combinó virtuosismo instrumental y letras de filo social. Álbumes como La grasa de las capitales o Bicicleta lo convirtieron en “los Beatles argentinos”. Las multitudes que llenaban estadios en plena dictadura encontraban en Serú Girán una forma de resistencia cultural, un lenguaje cifrado de libertad.

En los años de salida de la dictadura, Charly García encontró en la metáfora una forma de decir lo indecible. Los dinosaurios, incluida en el álbum Clics modernos (1983), ha sido masivamente considerada una alusión a la última dictadura argentina y a los miles de detenidos-desaparecidos: las personas que “pueden desaparecer” frente a esos “dinosaurios”, “van a desaparecer”. La dulzura melódica y esa calma engañosa que envuelve la herida hacen más brutal el contraste: la canción acuna el trauma de una generación entera.

Charly García, Los Dinosaurios. La canción fue escrita en Nueva York durante un período de aislamiento creativo que marcó la estética de Clics modernos. Su arquitectura es mínima, casi desnuda: piano, un pulso apenas insinuado y una línea melódica que se despliega como un susurro que no quiere romperse. Esa deliberada fragilidad amplifica la tensión entre la ternura de la forma y la gravedad del trasfondo histórico. Con el tiempo, el tema se convirtió en uno de los puntos cardinales del repertorio de García, un prisma desde el cual leer no solo los años de violencia estatal, sino también la persistencia de la memoria en la cultura rioplatense.

En Demoliendo hoteles, tema apertura de Piano Bar (1984), la rabia cambia de forma. El caos rockero mezcla anécdota autobiográfica (el propio García destruyendo habitaciones y viviendo al límite) con la sensación de un sistema que se derrumba: estructuras que ya no sirven, paredes que oprimen, un país que intenta dejar atrás la educación autoritaria y la violencia institucional. La “demolición” funciona a la vez como gesto de rebeldía personal y metáfora de un orden que debe caer.

No me dejan salir, aunque aparecida previamente como sencillo en 1982, quedó fijada en la memoria colectiva como el primer tema de la cara B de Clics modernos. La canción empuja la tensión hacia un registro distinto, el del encierro y la paranoia urbana. Sobre un andamiaje de samplers y pulsos que remiten al funk de James Brown, la letra habla de estar “verde”, inmaduro, retenido, observado, atrapado en un sistema que impide el movimiento emocional y social. Se la ha leído como relato de censura, vigilancia y miedo, pero también como un llamado a confiar en la intuición para encontrar una salida. Es una canción sobre la jaula y, al mismo tiempo, sobre la decisión de abrir la puerta.

Retrato de Charly García por Alejandro Kuropatwa, 1989. Fotografía en colores con flores, parte de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes, Argentina.
Charly García (1989), fotografía de Alejandro Kuropatwa (1956–2003). Giclée, 600×450 mm. Colección del Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires (Inv. 11686). Donación Rabobank, 2012. Fuente: MNBA. Public domain (Argentina & US).

Charly no se quedó quieto: probó de todo, del sinfonismo al reggae, del tango al pop, y siempre lo hizo a su manera. La genialidad convivió con los excesos, y esa mezcla de lucidez y caída terminó por volverlo un mito viviente. Su colaboración con Luis Alberto Spinetta en Rezo por vos fue el encuentro de dos polos complementarios: el lirismo etéreo del Flaco y la urgencia visceral de Charly.

A lo largo de su carrera, compartió escenarios con figuras internacionales como Bob Dylan, Sting o Peter Gabriel, pero nunca dejó de ser, ante todo, el cronista musical de su propio país. Su piano fue testigo de dictaduras, democracias, crisis y renacimientos.

Desde aquel niño en Caballito hasta el mito actual han pasado más de siete décadas. Y, sin embargo, Charly sigue siendo brújula. Sus canciones son memoria y futuro: juegan con la ironía, exploran con audacia, se hacen íntimas y a la vez colectivas. Con él, el rock argentino dejó de ser entretenimiento y se volvió arte vivo, capaz de tender un espejo y reírse de lo que refleja.

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2.4. Paul Carrack: la elegancia sin firma

Al lado de ellos, Paul Carrack (22 abril 1951, Sheffield) se convirtió en la voz invisible de Inglaterra. De How Long (con Ace) a The Living Years (con Mike + The Mechanics), su timbre fue la elegancia sin firma, esa que los productores invocan cuando buscan emoción auténtica.

Ace — How Long (1974)
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Ace, How Long. Publicada en 1974 dentro del álbum Five-A-Side, marcó el debut de Paul Carrack como compositor y vocalista principal. El tema, frecuentemente interpretado como una balada de desamor, nació en realidad de una traición musical: un miembro del grupo grababa en secreto con otra banda. Su mezcla de soul, pop y melancolía británica la convirtió en un clásico perdurable de los años setenta.
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2.5. Bob Geldof: la conciencia social

En el frente irlandés, Bob Geldof (5 octubre 1951, Dublín) cambió los aplausos por conciencia. I Don’t Like Mondays parecía un relato pop, pero contenía un estremecimiento moral. Desde The Boomtown Rats hasta Live Aid, fue el músico que entendió que un micrófono también podía ser megáfono.

The Boomtown Rats, I Don't Like Mondays. Publicada en 1979, esta canción catapultó a la banda irlandesa liderada por Bob Geldof al centro de la escena internacional. Inspirada en un trágico tiroteo escolar ocurrido en California, la letra ofrece una reflexión mordaz sobre la apatía y la deshumanización en la era moderna. Musicalmente, el tema combina el dramatismo del piano con una estructura casi teatral, prefigurando el giro conceptual que adoptaría el rock británico a fines de los setenta. I Don’t Like Mondays alcanzó el número uno en las listas del Reino Unido y se convirtió en un símbolo de la conciencia crítica del pop de su tiempo.
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2.6. John Mellencamp: la raíz consciente

John Mellencamp (7 octubre 1951, Indiana) fue la traducción norteamericana de esa idea, el obrero del heartland rock, el que cantaba desde el campo, no desde la ciudad. En Hurts So Good enseñó que la honestidad también tiene ritmo.

John Mellencamp, Hurts So Good. Publicada en 1982 como sencillo del álbum American Fool, esta canción cimentó el sonido del rock del Midwest. Con su riff de guitarra incisivo, el back-beat constante y una voz que suena simultáneamente áspera y familiar, la pieza encarna la tensión entre lo crudo y lo accesible. Su letra habla del paso del tiempo y de la energía que resiste (“I long for those young boy days”), mientras la producción mantiene un pulso firme que conecta con el estilo de estadio sin perder raíces locales.
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2.7. Kevin Cronin: la voz de REO Speedwagon

Kevin Cronin (6 octubre 1951, Illinois), de REO Speedwagon, escribió la contracara emocional del mismo paisaje. Keep on Loving You no pedía perdón, lo declaraba desde un estadio entero.

REO Speedwagon, Keep On Loving You. Publicada en noviembre de 1980 dentro del álbum Hi Infidelity, esta balada marcó la consagración de Kevin Cronin como una de las voces más reconocibles del soft rock. Con su mezcla de ternura y tensión eléctrica, la canción llevó a REO Speedwagon al número 1 del Billboard Hot 100 y definió el sonido de la transición entre los setenta y los ochenta.

Era el rock de autopista, con los faros apuntando a la luna. (El nombre de la banda proviene de un modelo de camión ligero, el REO Speed Wagon, fabricado por Ransom Eli Olds, el mismo pionero que fundó Oldsmobile, un emblema perfecto para una música hecha para avanzar sin detenerse.)

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2.8. Brad Delp: el alma de Boston

El timbre ascendente de Brad Delp (12 junio 1951, Boston) convirtió a Boston en un verbo, cantar como si la voz fuera una guitarra más. More Than a Feeling definió el ADN del AOR, esa alquimia de técnica y emoción calibrada.

Boston, More Than a Feeling. Publicada en septiembre de 1976 como parte del álbum debut Boston, esta canción definió el sonido del rock melódico de la década. Escrita por Tom Scholz, combina armonías vocales luminosas de Brad Delp con una producción impecable, donde cada acorde suena tallado con precisión casi científica. El solo de guitarra a cargo de Scholz es una miniatura perfecta de equilibrio entre técnica y emoción.
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2.9. Steve Walsh: el alma de Kansas

Cuando Steve Walsh (15 junio 1951, Kansas) elevó Carry On Wayward Son, el rock progresivo se volvió humano. Kansas mezclaba Biblia y electricidad; Walsh, dramatismo y precisión.

Poco después, su voz también daría ternura y vulnerabilidad a Dust in the Wind, la plegaria más silenciosa del rock estadounidense.

Kansas, Dust in the Wind. Incluida en el álbum Point of Know Return (octubre de 1977), esta balada acústica marcó un contraste con los temas épicos de la banda, como Carry On Wayward Son o The Wall. Su melodía suave y letra contemplativa sobre la fugacidad de la vida la convirtieron en una de las canciones más emblemáticas del rock progresivo estadounidense. El interludio incluye un solo de violín interpretado por Robby Steinhardt, cuya expresividad añade un tono de elegía y quietud inolvidables.
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2.10. John Deacon: el bajista de Queen

En el extremo opuesto, John Deacon (19 agosto 1951, Leicester) demostró que el bajo también podía tener groove. Another One Bites the Dust unió el funk de Chic con la pompa de Queen. Mientras los demás hablaban, él simplemente dejaba que la línea de bajo dijera todo.

Queen, Another One Bites the Dust (Live at Milton Keynes Bowl, 1982). Incluida originalmente en el álbum The Game (1980), esta composición de John Deacon convirtió al bajo en protagonista absoluto. Su línea hipnótica, inspirada en el funk de Good Times de Chic, sostiene la tensión de principio a fin y le dio a Queen su mayor éxito internacional en listas estadounidenses.
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2.11. David Coverdale: la voz de Whitesnake

David Coverdale (22 septiembre 1951, Inglaterra) llevó el blues británico a una nueva escala de decibelios, hasta transformarlo en arquitectura de espectáculo de estadio. En Whitesnake, la emoción se volvió volumen, el deseo se hizo riff, y Here I Go Again selló el puente entre el alma y el metal.

«Here I Go Again» (1987 Version, 2017 Remaster) es una de las canciones más emblemáticas de Whitesnake. Originalmente compuesta por David Coverdale y Bernie Marsden en 1982, la versión de 1987 alcanzó fama mundial, convirtiéndose en un himno del hard rock y del sonido de estadio de los años ochenta.
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2.12. Pete Haycock: la guitarra de Climax Blues Band

Pete Haycock (4 marzo 1951, Inglaterra) fue el motor melódico de la Climax Blues Band, combinando blues británico con sensibilidad pop. Couldn’t Get It Right (1976) nació casi por presión: el sello exigía un tema “radial” para completar Gold Plated. Encerrados en el estudio, el grupo improvisó un ritmo mínimo, armó las voces dobles que eran su sello y dejó que la guitarra limpia de Haycock se trenzara con el saxo barítono de Colin Cooper. El resultado fue un híbrido singular, un blues ligero con precisión pop y un pulso de carretera inspirado en la vida en gira: moteles buscados a medianoche, vuelos encadenados y ciudades que devoran al viajero. Escrito “desde la nada”, según recordaba Derek Holt, escaló al top 10 británico y al número 3 en Estados Unidos, convirtiéndose en el momento más depurado del grupo.

Un ejercicio de economía musical: groove constante, voces en armonía y la guitarra de Haycock dialogando en unísono con el saxo. Lo que parecía un encargo obligado terminó siendo un clásico que fluye con la naturalidad de los temas que no buscan deslumbrar, solo avanzar.
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3. Soft suave & poetas del Folk

Dentro del mapa sonoro de 1951 existe un territorio donde la fuerza no se mide por el volumen, sino por la claridad. Es el ámbito de los cantautores de trazo fino, músicos que entendieron que una melodía sencilla puede contener más verdad que cualquier despliegue técnico. Su obra habita la línea tenue entre el folk, el soft rock y el pop de cámara, géneros donde la introspección se vuelve forma y la delicadeza, una decisión estética. Son voces que eligen el espacio, la luz y el silencio como parte del discurso. Aquí se reúne esa constelación particular: poetas de lo íntimo, artesanos de lo melódico.

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3.1. Dan Fogelberg: el poeta del folk

Después del ruido eléctrico del primer movimiento, el aire se vuelve transparente. El 51 dio a luz también a poetas de voz suave, hombres que no buscaban dominar el escenario sino habitarlo con tranquilidad.

Dan Fogelberg (13 agosto 1951, Illinois) fue el primero de ellos. En Longer, el folk encontró su forma más pura: un canto sin adornos, nacido de la montaña y del silencio. Su música suena como si el tiempo caminara descalzo.

Dan Fogelberg, Longer. Publicada en 1979 dentro del álbum Phoenix, esta balada se convirtió en una de las piezas más emblemáticas del folk contemporáneo estadounidense. Su estructura sencilla, acompañada por un arreglo de fliscorno y cuerdas, revela la sensibilidad poética de Dan Fogelberg, cuya voz cristalina y letras introspectivas definieron una generación de cantautores. Longer sigue siendo, décadas después, un himno de ternura y honestidad en el paisaje sonoro del soft rock de los setenta.
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3.2. James Warren: pureza melódica

James Warren (25 agosto 1951, Bristol) no solo fue el bajista y cofundador de The Korgis: terminó convirtiéndose en su columna vertebral. Tras la temprana retirada de Andy Davis, fue Warren quien sostuvo el nombre de la banda, renovó formaciones, regrabó clásicos y mantuvo viva una estética que nunca buscó la estridencia, sino la precisión melódica. Aunque el grupo es recordado sobre todo por Everybody’s Got to Learn Sometime (1980), su obra excede con creces ese éxito mundial: el catálogo de los Korgis es un laboratorio de pop sofisticado, armonías cristalinas y una sensibilidad británica que prefería la introspección al espectáculo.

En mi caso, conocí ese universo gracias a Antonio Devitta (1923-2004) y su emblemático ciclo FM Noche en la emisora 95.5 Del Plata. Entre la 1:05 y la 1:30 de la madrugada, Devitta dedicaba su bloque Recital de Lujo a un intérprete elegido por la audiencia. La selección de las canciones era de su autoría. Para quienes crecimos sin Internet, sin Wikipedia y sin plataformas de streaming, ese segmento era una ventana a bandas que apenas circulaban en el mercado local. The Korgis fue una de sus predilectas, y fue allí, en esas madrugadas de radio analógica, donde muchos descubrimos la delicadeza de Warren y la belleza oculta de un grupo que merecía mucho más que un solo éxito en las listas.

The Korgis, Everybody's Got to Learn Sometime. Publicada en 1980 dentro del álbum Dumb Waiters, la canción se convirtió rápidamente en el mayor éxito del grupo británico, alcanzando los primeros puestos de las listas europeas y consolidándose como una balada esencial del pop sofisticado de comienzos de los ochenta.

Su sello distintivo es la melancolía contenida: un motivo de teclados hipnótico, la voz frágil de James Warren y una progresión armónica que parece suspender el tiempo. Everybody's Got to Learn Sometime ha sido reinterpretada por artistas tan diversos como Beck, Zucchero y Kacey Musgraves, prueba de su capacidad para trascender géneros y generaciones. A más de cuarenta años de su lanzamiento, sigue siendo una de las meditaciones pop más finas sobre el cambio, la pérdida y la necesidad de volver a empezar.

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3.3. Christopher Cross: la brisa del pop

De esa misma fuente brota Christopher Cross (3 mayo 1951, San Antonio). Sailing es el reverso urbano del paisaje de Fogelberg: agua calma, sintetizadores suaves y una voz que flota sin dejar estela. Donde Dan tocaba la tierra, Christopher tocaba el horizonte.

Christopher Cross, Sailing. Incluida en su álbum debut Christopher Cross (1980), la canción alcanzó el número uno en el Billboard Hot 100 y obtuvo tres premios Grammy: Grabación del Año, Canción del Año y Mejor Arreglo con Acompañamiento Vocal.

Sailing consolidó el sonido característico del soft rock de los ochenta: voces limpias, producción meticulosa y una atmósfera de calma luminosa. Con su tono contemplativo y su refinado equilibrio sonoro, se convirtió en una metáfora musical de la evasión y la serenidad. Christopher Cross sigue siendo recordado por esta obra maestra de precisión melódica y sensibilidad marina.
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3.4. Andrew Gold: el artesano del pop

Entre ambos, Andrew Gold (2 agosto 1951, California) puso un espejo más humano. Lonely Boy es autobiografía, sarcasmo y perfección de estudio; detrás de su aparente ligereza hay una precisión de relojero. Gold fue el ingeniero sentimental del pop de Los Ángeles.

Andrew Gold, Lonely Boy. Lanzada en 1977 como sencillo extraído del álbum What’s Wrong with This Picture?, la canción pasó cinco meses en las listas de EE.UU. Con un arreglo pulido típico del soft-rock de Los Ángeles y un hook de piano que se convierte en motor rítmico, Gold construye una narrativa sobre el abandono y la búsqueda de afecto que se siente tan personal como universal. Algunos interpretaron la letra como autobiográfica, pero Gold aclaró que se trataba de convención narrativa más que confesión literal.
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3.5. Stephen Bishop: el trovador urbano

Stephen Bishop (14 noviembre 1951, San Diego) llegó como un susurro cinematográfico. En It Might Be You, su tono discreto acompaña, no reclama. Es el músico de los créditos finales, el que sabe que la emoción más profunda ocurre cuando el público ya se está levantando de la butaca.

Stephen Bishop, It Might Be You. Tema incluido en la banda sonora de la película Tootsie (1982), escrita por Dave Grusin (música) y Alan Bergman & Marilyn Bergman (letra). La canción se distingue por su interpretación suave y envolvente de Bishop: su voz actúa como un susurro que navega entre esperanza y duda, mientras el arreglo respira con piano, cuerdas ligeras y un pulso íntimo.
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3.6. Roque Narvaja: del pelo largo a Santa Lucía

Si Fogelberg miraba el crepúsculo americano, Roque miraba el del Río de la Plata: distinto cielo, misma luz. El cantautor nació el 10 de febrero de 1951 en Córdoba (Argentina), aunque muy pronto la familia se trasladó a Buenos Aires, ciudad que adoptó como propia.

Allí alternó el fútbol barrial con la guitarra de su hermano, imitando canciones de Elvis Presley. Una tarde, un disco de los Beatles le reveló que la felicidad podía caber en tres acordes: había encontrado su destino.

Su primera aventura profesional fue con Los Snob, pero el salto llegaría con La Joven Guardia. A los 17 años compuso El extraño del pelo largo, convertido en una marcha generacional e imagen de una rebeldía juvenil. Eligieron llamarse La Joven Guardia por una novela soviética de Aleksandr Fadéyev, publicada en 1946, sobre jóvenes que resistían en Ucrania durante la guerra. En Buenos Aires esa cita se leía más como un toque literario que como consigna política, y no tenía vínculos con el himno comunista español del mismo nombre.

Single argentino de 7 pulgadas (Vik 31Z-1442), 1968: lado A «El extraño del pelo largo» y lado B «Motores de pastel», de La Joven Guardia. Etiqueta gris en alto contraste sobre vinilo negro.
La Joven Guardia — «El extraño del pelo largo» / «Motores de pastel». Single argentino Vik 31Z-1442, 1968, 7″ a 33⅓ rpm.

El cierre de El extraño del pelo largo incluía bocinazos, ruidos de calle y la voz de Narvaja imitando a un vendedor de diarios, un recurso experimental que rendía homenaje a The Beatles y su Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967). El pop adolescente argentino dialogaba así con la vanguardia del rock mundial.

La efervescencia política de los setenta transformó su mirada y también la de su grupo. Lo que había nacido como rock ligero comenzó a teñirse de consignas y metáforas incómodas: como recordaría más tarde el propio bajista y letrista, las canciones empezaron a “escorchar” con mensajes políticos. En una Argentina donde la policía perseguía a los jóvenes por llevar el pelo largo, símbolo de rebeldía en tiempos de corte militar obligatorio, Narvaja volcó su sensibilidad en discos como Octubre (mes de cambios) (1972) y Primavera para un valle de lágrimas (1973), donde ensayó fusiones entre rock y música andina con un trasfondo social explícito. Esa deriva lo convirtió en blanco de censura y amenazas, hasta que en 1977 se vio forzado al exilio.

El exilio en España terminó por volverse una segunda patria. Allí encontró amigos, público y consagración definitiva con Santa Lucía, tema que, en la voz de Miguel Ríos, fue considerado una de las mejores canciones del siglo. Luego vendrían otros éxitos, como Menta y limón, Yo quería ser mayor y Un amante de cartón, todos celebrados a ambos lados del Atlántico.

Roque Narvaja, Menta y Limón. Publicada en 1981 como primer corte del álbum Un amante de cartón, esta canción consolidó la madurez artística del cantautor argentino. Escrita durante su exilio en España, la obra combina melancolía y ternura, y aborda el fin de una relación marcada por el amor verdadero y la distancia inevitable. Con una melodía suave y letras introspectivas, Menta y Limón refleja el tono íntimo y confesional que distinguió a Roque Narvaja dentro de la canción de autor latinoamericana. Su aparente sencillez esconde una profunda carga emocional, la de un hombre que sigue mascando el recuerdo del amor perdido.

La trayectoria de Roque Narvaja es la de un artista doblemente arraigado: argentino por nacimiento, español por destino. De los estadios de Buenos Aires a los escenarios de Madrid, convirtió su biografía en canciones que narran tanto la rebeldía de la juventud como las melancolías del exilio. Hoy es recordado como un puente vivo entre dos mundos, capaz de hacer que una guitarra acústica suene a barrio, a montaña y a memoria colectiva.

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3.7. Chris Rea: el viajero del rock melódico

Desde el norte de Inglaterra llegó Christopher Anton Rea (4 marzo 1951, Middlesbrough), un músico que parecía cantar desde la ventanilla de un coche en movimiento. Su primer gran retrato emocional fue Fool (If You Think It’s Over) (1978), una canción nacida de la tristeza adolescente de su hermana menor. Rea quiso escribirla para Al Green y soñaba con un soul de Memphis, pero en el estudio tomó otro rumbo: se volvió una carretera californiana, luminosa y suave, como si el blues hubiera decidido respirar hondo.

A menos de un minuto del cierre, de la nada aparecen y desaparecen esos compases de saxo que, como un suspiro, insinúan refugio nocturno más que desahogo. Quien tenga el oído muy afinado acaso pueda intuir la firma oculta del saxofonista Steve Gregory, el mismo que años después grabaría la intro icónica de Careless Whisper, un fraseo que ya forma parte del ADN del pop.

Chris Rea, Fool (If You Think It’s Over) . La ductilidad del tema quedaría demostrada cuando Elkie Brooks lo reinterpretara en 1981 con un brillo más orquestal, ampliando la paleta sin perder la emoción original. Entre ambas versiones, Fool (If You Think It’s Over) confirmó su verdadera fuerza: un clima que se abre en segundos y permanece durante años.

Paradójicamente, es la única pieza de su carrera en la que él no tocó la guitarra. Rea se sentó al piano y dejó que el clima hablara por él, mientras los coros los grababan él mismo y el ingeniero Stuart Epps . Con una progresión clásica del jazz que lleva la armonía desde la duda hasta el reposo, la canción camina con elegancia y avanza con una claridad que no intenta impresionar, sólo acompañar.

El éxito, que primero estalló en Estados Unidos con el número uno en la lista Easy Listening , lo llevó de forma inesperada a una nominación al Grammy como Best New Artist en 1979, algo que en ese momento le resultaba absolutamente impensado.

De regreso a casa desde Londres en la Navidad de 1978, Rea pensó seriamente en abandonar lo que veía como una carrera fallida para dedicarse al negocio familiar de restauración. Era un momento difícil y el dinero no alcanzaba. Al entrar en la casa que estaban a punto de perder por la hipoteca, encontraron en el suelo una carta. Dentro venía un cheque por los derechos de autor generados por Fool, suficiente para salvar el hogar y permitirle darse, por primera vez, un gusto que creía inalcanzable: un Ferrari 308 GT4. Aquel viaje invernal y esa noche que le cambió el ánimo —más que la vida— terminaron años después transformándose en la semilla de Driving Home for Christmas.

En el Río de la Plata la canción tuvo un destino curioso. CX32 RadioMundo (Montevideo), recién nacida en 1978, la situó en el puesto número tres de su flamante ranking de los 32 Mejores, entre Baker Street y You Needed Me. Mi única reserva siempre fue el primer lugar, adjudicado a Sharing the Night Together de Dr. Hook, una elección que todavía hoy cuesta explicar sin fruncir el ceño.

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4. Soul, R&B y la elegancia del Crossover

Si los rockeros del 51 construyeron la arquitectura del sonido, estos seis diseñaron su interior: luces cálidas, armonías suspendidas y la respiración justa entre frase y frase.

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4.1. Russell Thompkins Jr.: falsetto de The Stylistics

Russell Thompkins Jr. (21 marzo 1951, Filadelfia) fue el primero en demostrar que la masculinidad también podía sonar como un cristal. Con You Make Me Feel Brand New, su falsete de terciopelo convirtió el soul en liturgia. Cada nota suya parecía pedir perdón por su propia belleza.

The Stylistics, You Make Me Feel Brand New. Esta balada, lanzada en 1974, se convirtió en uno de los himnos del sonido filadelfiano del soul. Con la falsete cristalina de Russell Thompkins Jr. al frente, la canción despliega una orquestación suave —cuerdas, arreglos de viento y producción elegante— que transforma la emoción auténtica en estilo. You Make Me Feel Brand New representa la cúspide de la elegancia del crossover en el soul: romántica, sofisticada y accesible para múltiples generaciones.
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Luther Vandross: el artesano del soul moderno

De esa escuela nació Luther Vandross (20 abril 1951, Nueva York), dueño de un fraseo que marcó un antes y un después en el R&B contemporáneo.

Antes de que su nombre encabezara carteleras, su voz ya habitaba los discos de otros. En la década de 1970 fue esa presencia impecable que aparecía detrás de gigantes como David Bowie y Chaka Khan, un corista capaz de mostrar estilo sin reclamar protagonismo. Era un oficio silencioso, pero ahí comenzó a dibujar la paleta vocal que lo distinguiría, un tono de terciopelo y precisión que parecía conversar más que cantar.

El primer salto visible llegó con Change, un proyecto que mezclaba soul, disco y sofisticación urbana. Su álbum debut, The Glow of Love (1980), mostró por fin a Vandross al frente. No era un frontman ansioso de cámara, era un artesano del clima. La crítica se dio cuenta de inmediato. El público también. Pero su brújula apuntaba a otra parte.

Al separarse del grupo y firmar como solista para Epic Records, Vandross encontró el territorio donde mejor respiraba. Never Too Much (1981) no fue solo un debut, fue la declaración de un estilo. A partir de entonces, y hasta su muerte en 2005, se convirtió en uno de los nombres esenciales del R and B contemporáneo, dueño de un lenguaje que marcó la era del quiet storm, ese territorio íntimo donde la emoción no grita, se insinúa.

En lo personal, nunca estuvo entre mis cantantes favoritos. Jamás sentí la chispa interna que me llevara a comprar vinilos o compactos de su cosecha, aunque con el tiempo llegué a valorar, más que nada, su carrera solista. Había en él una combinación de técnica y sutileza que merece respeto, incluso cuando uno no queda atrapado por completo en su estética.

Luther Vandross, Endless Love. Esta versión del clásico compuesto por Lionel Richie y popularizado originalmente en 1981 como dueto con Diana Ross, permitió a Vandross llevar la balada a su propio territorio expresivo. Su interpretación, más contenida y pulida, desplaza el dramatismo del original hacia una lectura de mayor intimidad y refinamiento. Con su fraseo inconfundible y un control dinámico impecable, Vandross logra un equilibrio preciso entre emoción y moderación, demostrando por qué su carrera solista terminó convirtiéndose en una referencia definitiva del R&B adulto y del quiet storm.

Y si pudiera elegir una interpretación que sintetice su capacidad para reformular un clásico sin perder delicadeza, señalaría su versión de Endless Love. Originalmente un dueto de Lionel Richie y Diana Ross, Vandross la llevó a su terreno, suavizó los bordes y mostró cómo un estándar romántico podía adquirir un brillo distinto cuando pasaba por su registro cálido y envolvente.

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4.3. Philip Bailey: la luz de Earth, Wind & Fire

A su lado, Philip Bailey (8 mayo 1951, Denver) llevó la voz humana hasta el límite de lo etéreo. En Easy Lover, su duelo con Phil Collins fue una coreografía aérea: el soul y el pop suspendidos en una sola respiración.

Philip Bailey & Phil Collins, Easy Lover. Publicada en noviembre de 1984 como sencillo del álbum Chinese Wall de Philip Bailey, esta colaboración con Phil Collins fue una de las fusiones más brillantes del soul y el pop británico de la década. La canción combina el falsete luminoso de Bailey con la percusión precisa y la energía vocal de Collins, logrando un equilibrio entre virtuosismo y frescura. Su estructura rítmica, marcada por un bajo flexible y un diálogo de voces en tensión armónica, convirtió Easy Lover en un himno del crossover ochentero, donde la técnica y la emoción se encuentran en perfecto sincronía.
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4.4. Peabo Bryson: la elegancia de la balada soul

Más terrenal, Peabo Bryson (13 abril 1951, Carolina del Sur) puso el alma en las baladas románticas. Tonight, I Celebrate My Love con Roberta Flack fue el momento exacto en que el deseo se volvió ternura. Bryson representó al hombre que ama sin perder la compostura.

Roberta Flack & Peabo Bryson, Tonight, I Celebrate My Love. Sencillo lanzado en junio de 1983 dentro del álbum Born to Love, protagonizó uno de los duos románticos más emblemáticos del soul adulto. Con producción de Michael Masser y letra de Gerry Goffin, la canción combina voces cálidas, arreglos de cuerda sutiles y un pulso que oscila entre la intimidad y el gran público. Se convirtió en un clásico del género adulto-contemporáneo y alcanzó importantes posiciones en listas internacionales.
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4.5. Bobby Caldwell: la elegancia del soul blanco

En otra esquina del Atlántico, Bobby Caldwell (15 agosto 1951, Manhattan) demostró que el soul no tenía color. What You Won’t Do for Love era sofisticación pura: jazz, pop y groove caminando del brazo. Con él, el soul dejó de ser geografía y se volvió atmósfera.

Bobby Caldwell, What You Won’t Do for Love. Publicada en septiembre de 1978 como sencillo del álbum debut homónimo, esta canción marcó al artista como figura clave del soul elegante. Con su mezcla de jazz-fusión, blue-eyed soul y arreglos de viento, la pieza combina una línea de bajo sedosa, un falsete cálido y una atmósfera nocturna que trasciende géneros. What You Won’t Do for Love alcanzó el top 10 en el Billboard Hot 100 y se convirtió en estándar del crossover R&B-pop, reinterpretada y sampleada por numerosos artistas en décadas posteriores.
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4.6. Gilbert Montagné: la luz del soul francés

Cerrando el movimiento, Gilbert Montagné (28 diciembre 1951, París) tocó el mismo acorde en francés. The Fool sonaba en 1971 como una confesión luminosa: un hombre ciego que veía mejor que todos los demás. Su piano fue su mirada, y su voz, la sonrisa de toda una Europa que recién aprendía a bailar con el alma.

Gilbert Montagné, The Fool (Version Remasterisée 2021). Publicada originalmente en 1971, esta composición del propio Montagné, con letra de Patrick Kent, se convirtió en uno de los primeros éxitos internacionales del cantante francés. La grabación, bajo sello Tonight Music y distribuida por Balandras Éditions, mostraba ya la mezcla característica de Montagné: un pop de sensibilidad luminosa, melodías amplias y una interpretación vocal marcada por un entusiasmo juvenil que no sacrifica precisión. La remasterización de 2021 realza la calidez del arreglo original y devuelve a The Fool su energía inicial, un puente entre la canción francesa de los setenta y el pop internacional en plena expansión.
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5. Punk & New Wave

Cuando la dulzura del soul se apagó, alguien tenía que encender otra chispa. Los hijos más inquietos del 51 no quisieron agradar, quisieron sacudir. Cada uno rompió una forma distinta, pero todos entendieron que el ruido también puede ser pensamiento.

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5.1. Joey Ramone: el corazón del punk

Joey Ramone (19 mayo 1951, Nueva York) abrió el camino. Con su figura desgarbada y su voz nasal, convirtió Blitzkrieg Bop en el grito que simplificó el rock hasta el hueso. Detrás del “Hey ho, let’s go” había una poética: la belleza del descarte, la melodía que nace de tres acordes y de un corazón sincero.

Ramones, Blitzkrieg Bop. Lanzada en febrero de 1976 como sencillo del álbum debut Ramones, esta canción es considerada un hito fundacional del punk rock. Desde su icónico grito de “Hey! Ho! Let’s go!” hasta su riff veloz y crudo, Blitzkrieg Bop condensó en 2 minutos y 12 segundos la actitud de ruptura: jóvenes formando filas, perdiendo el control, entregándose al pulso del back-beat. Su simplicidad técnica —tres acordes, velocidad acelerada— no restó impacto: el tema fue clasificado entre las “500 Mejores Canciones de Todos los Tiempos” por Rolling Stone.
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5.2. Federico Moura: la voz de Virus

Del CBGB neoyorquino a La Plata, la misma electricidad cambió de voltaje: donde el punk golpeaba con tres acordes y prisa, la new wave porteña eligió el bisturí, la pista de baile y la ironía. El desorden se volvió diseño; la urgencia, coreografía.

El calendario guardaba un guiño singular para los argentinos: el 23 de octubre de 1951 trajo a dos futuros protagonistas de la escena musical. Como ya mencionamos, en la capital nacía Charly García; en La Plata, Federico Moura. Dos destinos distintos, dos miradas complementarias sobre ritmos y melodías.

Moura, cantante y líder de Virus, encarnó la frescura de la new wave argentina.

Su estética escénica y desafiante y las letras que escribió junto a Roberto Jacoby dieron voz a la primavera democrática de los años 80. Álbumes como Wadu-Wadu (1981) y Superficies de placer (1987) lo consagraron como referente pop.

«Luna de Miel en la Mano» (1985), también conocida como «Luna de Miel», es una canción incluida en el quinto álbum de estudio Locura de la banda argentina Virus.

Falleció prematuramente el 21 de diciembre de 1988, pero su obra sigue latiendo. Que Charly García y Federico Moura hayan nacido el mismo día simboliza un cruce generacional único: dos miradas distintas, aunque complementarias, sobre la música y la cultura argentinas.

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6. Pop · Disco · Escenario

6.1. Victor Willis: la voz del Village

En el otro extremo del Atlántico, Victor Willis (1 julio 1951, EE. UU.) convirtió el micrófono en estandarte. Barítono y líder original de los Village People, fue el rostro vocal de una revolución alegre: la del disco convertido en teatro, del ritmo en identidad. Coautor de Y.M.C.A. (1978), llevó la pista de baile a la categoría de manifiesto colectivo. Donde el punk gritaba, el disco celebraba; ambos decían, de otra forma, que el cuerpo también puede pensar.

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6.2. Harry Wayne Casey: el arquitecto del pulso luminoso

En Hialeah, a comienzos de los años setenta, un joven de apellido Casey imaginó que la música podía ser algo más que una pista de baile. Harry Wayne Casey (31 enero 1951) entendió que el ritmo era un lenguaje social, y que el sur de Florida tenía una cadencia propia. Con esa intuición fundó, en 1973, KC and the Sunshine Band , un proyecto que mezclaba soul, funk y una energía pop que no pedía permiso. El nombre era casi una declaración geográfica: “KC”, por su apellido, y “Sunshine Band”, por la luz que define a su estado natal.

En poco tiempo, la banda se convirtió en uno de los motores globales del disco, una maquinaria rítmica capaz de unir radios, clubes y estadios de medio mundo. Entre 1975 y 1982 firmaron una serie de canciones que pasaron de moda y volvieron una y otra vez, como si guardaran en su estructura algo vital del siglo XX:

That’s the Way (I Like It), Get Down Tonight, (Shake, Shake, Shake) Shake Your Booty, I’m Your Boogie Man, Keep It Comin’ Love, Boogie Shoes, Please Don’t Go y Give It Up.

Entre todas ellas, Please Don’t Go ocupó un lugar singular. Lanzada en 1979 como segundo sencillo del álbum Do You Wanna Go Party, fue la primera balada sentimental del grupo, escrita por Casey y Richard Finch y originalmente compuesta en re bemol. Su tono suplicante —un pedido de segunda oportunidad antes del final de una relación— mostró un costado inesperado en una banda asociada al entusiasmo y al brillo.

KC and the Sunshine Band, Please Don't Go. Suave, directa y melódica, esta balada cerró una década y abrió otra: fue el primer número uno del Billboard Hot 100 en 1980.

Su impacto fue inmediato y global: primer número uno de la década de 1980 en el Billboard Hot 100, número uno en Australia y Canadá, y presencia en los rankings de Bélgica, Irlanda, los Países Bajos, Nueva Zelanda, Noruega, el Reino Unido y Alemania Occidental. Paradójicamente, tras su éxito la formación original se disolvió y Casey inició su etapa como solista. La canción, sin embargo, siguió viajando: volvió a las listas globales en los años noventa gracias a las versiones de Double You y KWS, y más tarde a la de Basshunter en 2008.

Lo notable no fue solo la popularidad, sino la consistencia: seis singles en el Top 10, cinco números uno y dos números dos en el Billboard Hot 100. Muy pocos proyectos del universo disco alcanzaron ese nivel de impacto sostenido. KC fue, en esencia, el artesano de un pulso que conectó generaciones: líneas de bajo que parecían sonreír, arreglos de vientos que abrían espacio y una forma de celebrar sin solemnidad.

En la constelación de nacidos en 1951, Casey es algo más que un recuerdo brillante de las pistas de baile. Representa una intuición que marcó época: que la música popular, cuando encuentra su centro, puede ser simple, expansiva y decisiva. KC llevó la luz de Florida al mundo entero y, con ella, dejó estampada una forma de felicidad.

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7. Latin & South American Voices

Si en Nueva York se gritaba y en Londres se refinaba, en el sur se recordaba. Los nacidos en 1951 del Río de la Plata y del Brasil buscaron narrarlo mundo desde adentro, no dominarlo. Sus voces eran testimonio y consuelo: canto popular, raíz y melodía.

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7.1. León Gieco: el trovador que unió rock y folclore

Federico Moura encarnó la modernidad urbana y la estética de la new wave; León Gieco, en cambio, representó la voz de la tierra, el cruce entre el rock y las raíces folclóricas. Esa voz nació en la provincia de Santa Fe, cuando el 20 de noviembre de 1951 vino al mundo Raúl Alberto Antonio Gieco, pronto conocido como León. El apodo nació en su adolescencia: en una prueba de sonido cometió un error eléctrico que provocó un apagón general. Una torpeza que, paradójicamente, encendió la leyenda.

Portada del primer álbum homónimo de León Gieco, 1973. Fondo amarillo con marco geométrico y un retrato en óvalo del músico, barba y pelo largo.
Portada del primer álbum de León Gieco (1973). Autor no identificado. Dominio público en Argentina, según la Ley 11.723 (artículo 34: fotografías protegidas por 20 años desde su publicación). También en dominio público en Estados Unidos (publicación previa a 1 de marzo de 1989 sin aviso de copyright, y obra en dominio público en Argentina al 1 de enero de 1996).

Influido por Bob Dylan, fue abrazado en Buenos Aires por Litto Nebbia, Gustavo Santaolalla y Charly García. Con ellos compartió escenarios y batallas, mientras el joven Luis Alberto Spinetta abría otras puertas en la música argentina. Su primera gran consagración llegó con Hombres de hierro y, pocos años después, con la canción que recorrió el mundo:

Sólo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente;
es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la pobre inocencia de la gente.”

— León Gieco

Aquella canción, que él mismo consideraba monótona, se convirtió en plegaria universal grabada en decenas de idiomas por artistas como Mercedes Sosa, U2, Bruce Springsteen, Sting y Bob Dylan.

Pero Gieco también cultivó la ironía popular. En Ojo con los Orozco, jugó con una única vocal en todos sus versos, un hallazgo lingüístico sin antecedentes en la música popular:

“Nosotros no somos como los Orozco
Yo los conozco, son ocho los monos:
Pocho, Toto, Cholo, Tom
Moncho, Rodolfo, Otto, Pololo
Yo pongo los votos sólo por Rodolfo
Los otros son locos, yo los conozco, no los soporto
Stop. Stop.”

— León Gieco

En 1984 emprendió el mítico proyecto De Ushuaia a La Quiaca, recorriendo la Argentina en busca de músicos anónimos, registrando canciones en 22 provincias. Entre chacras y estadios, entre Spinetta y Charly, Gieco sigue siendo la conciencia cantada de la Argentina.

Mientras Gieco recorría los caminos de su tierra, guitarra en mano, otro músico de su generación se vería obligado a tomar un rumbo distinto: Roque Narvaja, que hallaría en el exilio la forja de su destino artístico.

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7.2. Sabú: la inocencia del amor

Sabú (Héctor Jorge Ruiz, 12 septiembre 1951, Buenos Aires) encarnó el romanticismo de los setenta. Pequeña y frágil fue su emblema: melodía simple, voz sincera, emoción sin cálculo. En un tiempo de consignas y rupturas, Sabú le devolvió al amor su inocencia.

Sabú, Pequeña y Frágil. Lanzada en 1976, esta canción marcó un hito en el pop latino-hispano gracias a su melodía memorable y letra sentimental. Con un registro vocal delicado y una producción cuidada, Sabú logró convertir lo cotidiano en declaración: “tan pequeña es, tan frágil es” se convirtió en estribillo recurrente de generaciones enteras. Pequeña y Frágil sigue siendo un clásico del repertorio de los años setenta en América Latina, y forma parte del legado de Sabú, cantante nacido el 12 de septiembre de 1951 en Buenos Aires.
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7.3. Jorge Galemire: la armonía del sur

Del otro lado del río, Jorge Galemire (11 mayo 1951, Montevideo) llevó esa sensibilidad al territorio del Candombe Beat. En Amor profundo la guitarra suena como conversación, el ritmo late como corazón. Galemire fue el puente: ni folklore ni jazz, sino la síntesis uruguaya de ambos.

Jorge Galemire, Tus abrazos. Compuesta e interpretada por el músico uruguayo, la canción apareció en su álbum Segundos afuera (Orfeo, 1983). Con su mezcla de balada urbana y armonías de raíz candombera, Tus abrazos refleja el lirismo sobrio y la calidez melódica que distinguieron a Galemire dentro de la generación del Canto Popular uruguayo. La canción resume una estética de cercanía: un puente entre la sofisticación armónica y la emoción directa.

7.4. Gustavo Santaolalla: el pulso del sur global

Gustavo Santaolalla (19 agosto 1951, Argentina) convirtió la guitarra criolla en brújula estética y el ronroco en su firma sonora. Fundó Arco Iris en 1967, abriendo rutas para el rock argentino, y décadas más tarde sintetizó tradición y electrónica con Bajofondo. Como productor, encendió una época para Hispanoamérica al trabajar con referentes como Café Tacvba, Juanes y Jorge Drexler, artistas que redefinieron el pop latino con identidad.

En el cine, su huella es inconfundible: de Amores perros a 21 Gramos, Diarios de motocicleta, y las bandas sonoras que le valieron dos premios Óscar a la mejor música original: Brokeback Mountain (2005) y Babel (2006). También expandió su universo al ámbito de los videojuegos con The Last of Us, donde su minimalismo alcanzó una nueva intensidad emocional. Su estética enlaza raíces y modernidad, intimidad y paisaje.

Para escuchar/ver: De Ushuaia a la Quiaca con León Gieco; Pa' Bailar; y las bandas sonoras de Brokeback Mountain y Babel.

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7.5. Morris Albert: el eco universal de Feelings

Y desde Brasil, Morris Albert (7 septiembre 1951, São Paulo) cerró el ciclo con un fenómeno inesperado: Feelings. La balada más versionada del planeta, y quizá la más malinterpretada. Lo que para muchos fue sentimentalismo, en su origen fue vulnerabilidad pura: un joven brasileño confesando lo que todos fingimos no sentir.

Morris Albert, Feelings. Publicada en 1974 como sencillo del álbum After We’ve Left Each Other, esta canción se convirtió en un éxito global vendiendo más de tres millones de copias solo en EE.UU. Con su frase-estribillo “whoa whoa whoa”-corazón, la letra habla de la incapacidad para olvidar un amor perdido, mientras que su base suave de piano y contrabajo la dota de atmósfera introspectiva. Aunque ha sido interpretada por más de trescientas voces en todo el mundo, la canción no estuvo exenta de controversia: en 1987 un fallo judicial estableció que parte de su melodía procedía de una obra del compositor francés Louis "Loulou" Gasté.
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8. Virtuosity & the Boundaries of Sound

A esta altura del viaje, el sonido ya no necesita letra. Los últimos nacidos de 1951 transformaron el instrumento en voz, y la técnica en emoción. No buscaban el aplauso: buscaban el asombro.

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8.1. Jaco Pastorius: la revolución del bajo eléctrico

Jaco Pastorius (1 diciembre 1951, Pennsylvania) cambió la historia del bajo eléctrico como quien cambia de idioma. En Portrait of Tracy convirtió los armónicos en poesía: notas que no se tocan, se acarician. Su paso por Weather Report dejó una huella que todavía vibra. Jaco fue el Coltrane de las cuatro cuerdas: un genio trágico, pero también un niño que jugaba con la física del sonido.

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8.2. Stanley Clarke: la sonrisa del bajo eléctrico

Stanley Clarke (30 junio 1951, Filadelfia) fue la contraparte luminosa de Jaco Pastorius, la potencia donde el otro era fragilidad. Con School Days llevó el jazz fusion a las avenidas del funk y demostró que el bajo podía ser un instrumento protagonista, no solo un sostén rítmico. Clarke es ese músico que sonríe mientras asombra, el que confirma que la técnica, cuando se vuelve natural, termina siendo una forma de libertad.

En lo personal, compartiré Sweet Baby, una pieza más accesible y comercial que buena parte de su obra instrumental. La canción, fruto de su sociedad creativa con George Duke, tuvo un impacto inesperado en Uruguay: la emisora CX32 RadioMundo la seleccionó entre las 32 mejores canciones de 1981.

Stanley Clarke & George Duke, Sweet Baby. Publicada en 1981, esta balada mostró una faceta más melódica y accesible de ambos músicos, con un clima suave y un diálogo instrumental que evidencia su afinidad creativa. La canción se convirtió en una de las colaboraciones más recordadas del dúo, donde la sensibilidad melódica prevalece sobre el virtuosismo técnico.
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9. Coda

En 1951 el mundo no lo sabía, pero nacía una generación que pondría música a la sensibilidad moderna. Crecieron entre válvulas y transistores, entre la radio y la primera televisión, cuando el eco del jazz todavía se mezclaba con el rugido del rock que asomaba. No compartieron escenario ni idioma, pero sí una intuición: que la emoción debía afinarse.

Phil Collins dio forma al golpe y Sting convirtió el silencio en un instrumento. Fogelberg, Cross y Bishop escribieron el costado frágil de la épica. Vandross, Bailey y Caldwell mostraron que el soul podía pensarse como arquitectura. Joey Ramone y Charly García recordaron que el ruido también es verdad, mientras Gieco, Galemire y Roque Narvaja lo transformaban en memoria del sur. Pastorius y Clarke rompieron los límites del instrumento, y James Warren, al final, devolvió la melodía desnuda, esa que reconocemos aunque no sepamos por qué.

No fueron una escuela ni una moda, sino una constelación accidental. Cada uno, desde su orilla, tradujo el siglo a su tono. Al escucharlos en conjunto, se entiende que 1951 no fue un año, fue una frecuencia.

Una frecuencia de inteligencia emocional, de riesgo y de belleza. Un sonido que todavía resuena en los discos, en la memoria y en esa zona donde el oído se vuelve pensamiento.

No todos los nacidos en 1951 entran en este recorrido. Algunos, aunque notables en sus géneros, quedan fuera por razones de foco o alcance. Entre ellos están Rob Halford , Fergie Frederiksen y Joe Lynn Turner .

En el mundo del reggae, 1951 vio nacer a Horace Andy , Gregory Isaacs y Errol Dunkley .

El blues también tuvo su cosecha con Walter Trout , Keb’ Mo’ y Jimmie Vaughan .

Del lado latino destacan Diego Verdaguer y La Mona Jiménez .

Estos y otros nombres, a veces eclipsados por el peso de sus territorios o alejados de mi constelación de preferencias, quedan por ahora fuera de comentario. No por falta de mérito, sino porque el universo de 1951 obliga a elegir y deja, inevitablemente, varias voces resonando en los márgenes.