1951: cuatro despedidas en la historia del ajedrez
1951 no fue un año de grandes titulares ajedrecísticos por el lado de los obituarios.
No murió ningún campeón del mundo, ni se cerró la carrera de alguna celebridad mediática.
Sin embargo, en los márgenes de ese calendario se apagaron cuatro figuras que, cada una a su manera,
habían sostenido el juego durante décadas: un gigante silencioso de principios de siglo,
un maestro suizo que enseñaba con problemas y columnas, un filántropo problemista que regalaba libros en Navidad,
y un inglés que enlaza la era victoriana con el ajedrez de entreguerras.
Mirar sus biografías es una forma de entender que la historia del ajedrez no se escribe solo en los tableros de los
campeonatos mundiales, sino también en periódicos locales, parques donados a una ciudad, colecciones de problemas
cuidadosamente editadas y torneos nacionales que daban sentido competitivo a comunidades enteras.
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Géza Maróczy: el hombre detrás de la estructura
Cuando en los libros se habla del ajedrez entre 1900 y 1930,
el nombre de Géza Maróczy (3 marzo 1870 – 6 mayo 1951) aparece de forma casi inevitable.
Húngaro, metódico y de estilo posicional firme, fue uno de los grandes adversarios de los mejores maestros de su tiempo.
No llegó a disputar el título mundial, pero se mantuvo durante años en esa franja estrecha donde viven los tres o cuatro mejores jugadores del planeta.
En la época de Lasker, Tarrasch, Schlechter o Janowski, él era uno de los pocos capaces de discutirles la jerarquía.
Retrato de Géza Maróczy, publicado en la revista
Magyar Szalon (1895. október – 1896. március, p. 178).
El texto que acompaña la imagen lo describe como
“a young man, Maróczy Géza, barely twenty-three years old”,
ya entonces considerado «añadido a la gloria de los ajedrecistas húngaros».
Reproducción digital realizada bajo la dirección artística de JGC,
a partir del ejemplar conservado en
Wikimedia Commons.
La imagen se encuentra en dominio público.
Su ajedrez era una lección de paciencia.
La estructura Maróczy en la Defensa Siciliana sigue siendo hoy una escuela de estrategia para los jugadores de élite:
un modo de encadenar casillas, restringir rupturas y sofocar el contrajuego enemigo sin necesidad de sacrificios espectaculares.
Es el tipo de legado que no envejece. Cuando en la segunda mitad del siglo veinte los grandes maestros soviéticos analizan esas posiciones,
lo que están haciendo, en el fondo, es dialogar con Maróczy a través del tiempo.
Murió en Budapest en 1951, con la sensación de haber quedado algo desplazado en la memoria popular por la ola soviética
que dominó el tablero tras la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en la historia interna del juego su nombre permanece como
uno de los grandes arquitectos del estilo posicional moderno.
La imagen muestra la tumba de Géza Maróczy en el histórico cementerio Kerepesi de Budapest. El monumento incluye también el nombre de Maróczy Gézáné, forma tradicional húngara que identifica a la esposa del maestro, nacida en 1883 y fallecida en 1962. Fotografía original de Dr. Varga József, disponible en Wikimedia Commons. Licencia CC BY-SA 3.0. Limpieza digital guiada por JGC.
En húngaro, el sufijo -né indica que una mujer es la esposa de la persona cuyo nombre precede. Por eso Maróczy Gézáné no es un nombre propio en sentido estricto, sino la forma tradicional de referirse a la esposa de Géza Maróczy. Es un uso todavía frecuente en lápidas y documentos de la primera mitad del siglo veinte.
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Erwin Voellmy (9 septiembre 1886 – 15 enero 1951)
Si Maróczy representa la cúpula del ajedrez internacional,
Erwin Voellmy encarna otra figura imprescindible en la ecología del juego:
la del maestro nacional que compite, enseña y escribe.
Nacido en Herzogenbuchsee y fallecido en Basilea,
Voellmy fue tres veces campeón suizo y profesor de matemáticas,
oficio que parece casi natural en alguien que pasó la vida entre diagramas y variantes.
A lo largo de cuarenta años sostuvo la columna de ajedrez del Basler Nachrichten.
Desde esa trinchera silenciosa formó el gusto ajedrecístico de varias generaciones de lectores,
proponiendo problemas, comentando partidas, siguiendo torneos internacionales y dando a la vez un hilo de continuidad
a la vida ajedrecística de su país. En una época en la que no existían bases de datos ni retransmisiones en directo,
la columna de Voellmy era una ventana indispensable hacia el tablero global.
Sus resultados sobre el tablero, incluyendo la participación en Olimpíadas y torneos internacionales,
completan el retrato de un ajedrecista sólido, competente, sin la aureola de genio trágico,
pero con algo quizás más valioso para la historia cultural del ajedrez:
la constancia de quien mantiene encendida la lámpara del juego en una ciudad concreta, año tras año.
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Alain C. White (3 marzo 1880 – 23 abril 1951)
Alain Campbell White no fue un profesional de torneos,
ni un teórico de aperturas, ni un cronista de sala de juego.
Su reino era otro: el de los problemas de ajedrez.
Estadounidense de origen familiar anglosajón, nacido en Cannes y formado en Harvard,
se convirtió en el gran organizador y difusor del arte problemístico en la primera mitad del siglo veinte.
Desde 1905 hasta 1936 publicó cada año, por Navidad, un libro dedicado a los problemas de ajedrez
que enviaba como regalo a compositores y aficionados de todo el mundo.
Aquella Christmas Series terminó formando una biblioteca monumental,
una especie de archivo vivo del pensamiento problemístico internacional.
White no solo componía, también tejía comunidad: redes de intercambio, reconocimiento y correspondencia
entre autores dispersos por varios continentes.
Su vida intelectual no se agotó en el ajedrez.
Estudioso de Dante, premiado como undergraduate,
y atento a la historia local de Litchfield, Connecticut,
White dejó tras de sí colecciones de panfletos, libros y anotaciones personales que hoy conservan centros como el Booth Family Center de Georgetown.
Además regaló a su ciudad un parque de cuatro mil acres en la zona de Bantam Lake,
gesto que lo inscribe también en la tradición de los filántropos que piensan el paisaje como legado.
Murió el 23 abril 1951, en Summerville, Carolina del Sur, donde pasaba los inviernos.
Su nombre permanece en la memoria del ajedrez como el de un editor y mecenas del problema,
alguien que entendió que el juego es también literatura de casillas, no solo lucha de torneo.
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Joseph Henry Blake (3 febrero 1859 – 11 diciembre 1951)
Con Joseph Henry Blake se cierra en 1951 una larga curva que arranca en la Inglaterra victoriana
y llega hasta el ajedrez de entreguerras.
Nacido en Farnborough en 1859, Blake creció en un mundo donde el ajedrez todavía conservaba algo del ambiente de club decimonónico,
con partidas que se comentaban al pie de lámparas de gas y crónicas que tardaban semanas en cruzar el canal.
Fue un maestro fuerte, ganador de diversos torneos británicos y presencia habitual en la escena competitiva local.
En 1922 se proclamó campeón británico por correspondencia,
disciplina que exige una combinación peculiar de paciencia, cálculo y resistencia anímica.
Resulta significativo que un jugador formado en el siglo diecinueve se adaptara tan bien a esa modalidad,
donde lo que cuenta no es el brillo de la simultánea, sino la profundidad silenciosa de las posiciones pensadas durante días.
Blake siguió activo hasta muy avanzada edad,
como si se resistiera a abandonar el tablero que había visto desfilar varias generaciones de jugadores ingleses.
Su muerte en 1951 no fue un terremoto mediático,
pero marca el final de una biografía que enlaza, de manera casi simbólica,
la era de los grandes cafés ajedrecísticos con un siglo veinte que comenzaba a mirar hacia los torneos internacionales masivos
y, poco después, hacia la irrupción del ajedrez soviético.