1951
Latidos en contrapunto
Futuras artistas musicales
1. Doce bebés que afinaron el año
El año 1951 no solo vio nacer a los treinta y seis músicos varones que presentamos en otra página dedicada. También llegaron al mundo doce niñas que, con el tiempo, se convertirían en compositoras, cantantes, multiinstrumentistas o voces esenciales del pop, del rock, del folk, del soul y de las escenas locales de Europa y América. Si los varones aportaron la arquitectura visible del sonido moderno, estas mujeres ofrecieron algo igual de decisivo: matices, memorias, quiebres de estilo y una sensibilidad que abrió nuevos caminos para varias generaciones.
La mayoría nació en hogares comunes, en ciudades pequeñas o en familias que no imaginaban que sus hijas algún día sonarían en radios de medio planeta. Crecieron entre radios de válvulas, televisores incipientes y discos que giraban a 78 rpm. Cada una encontró su voz en un contexto distinto: unas en la balada, otras en la música ligera europea, otras en el folk latino o en el soul sofisticado. Lo que comparten es esa mezcla de vulnerabilidad y determinación que distingue a las artistas que no piden permiso para emocionar.
Este no es un catálogo exhaustivo ni un panteón rígido. Es una constelación narrada: doce mujeres nacidas en 1951 cuya obra, dispersa en geografías y estilos, terminó urdiendo parte de la sensibilidad musical contemporánea. Aquí empieza su lado del vinilo. El de ellas.
1. Janis Ian: la dignidad de sentirse invisible
A mediados de los setenta, cuando Estados Unidos intentaba recomponerse de la herida del Watergate y del trauma de Vietnam,
la radio oscilaba entre el soft rock californiano y un disco todavía en gestación. En ese paisaje en transición,
Janis Ian, artista precoz y ya endurecida por la industria desde su adolescencia, se sentó en el suelo de su casa con una guitarra
prestada y un cuaderno lleno de tachaduras. Allí, casi como un ejercicio de supervivencia emocional, escribió
At Seventeen
.
La canción nació de una urgencia íntima. Era una crónica feroz de la crueldad adolescente, de la tiranía de la belleza normativa y de la experiencia de sentirse invisible. Su perspectiva era adulta pero todavía cercana, la de una mujer de veinticuatro años revisitando sus propias cicatrices. Publicada en Between the Lines, que llegaría al número uno del Billboard, fue inicialmente rechazada por varias radios que la consideraron “demasiado depresiva”.
El público decidió lo contrario. En 1975, Ian obtuvo el Grammy a Mejor Interpretación Vocal Pop Femenina, imponiéndose a Linda Ronstadt, Olivia Newton-John y Helen Reddy, un dato que revela la magnitud de su impacto. Años más tarde, la misma lucidez analítica que diseccionó el dolor juvenil encontró un espacio inesperado en los torneos competitivos del videojuego Star Trek Online, donde ganó premios con la misma precisión estratégica de su escritura. Una artista capaz de emocionar y, al mismo tiempo, de dominar sistemas complejos.
At Seventeen. Interpretación en directo de 1976, cuando la canción ya se había convertido en un himno silencioso de las adolescentes que no encajaban en los cánones de la época y en la piedra angular del álbum Between the Lines.
2. Chrissie Hynde: ternura en clave punk
Chrissie Hynde siempre representó la actitud punk en estado puro, un desdén elegante por el artificio y la convención.
Por eso I’ll Stand by You
, una balada de ternura desarmante, es una de las ironías más fascinantes de la música popular.
Hynde la escribió junto a Tom Kelly y Billy Steinberg, artesanos de himnos como Like a Virgin
y
True Colors
, y la grabó en una sola toma, fiel a su ética de la emoción cruda por encima de la perfección técnica.
Antes de convertirse en la figura central de The Pretenders, Hynde habitaba la trinchera cultural londinense. En los setenta trabajó en la boutique SEX de Vivienne Westwood y Malcolm McLaren, epicentro del estallido punk, donde la ropa era manifiesto, provocación y teoría estética en un mismo gesto. Allí se afiló su sensibilidad artística: irreverente, consciente y políticamente incómoda.
Esa misma esencia la llevó a años de activismo en defensa de los derechos de los animales. Vegetariana desde hace décadas, Hynde celebra tocar en plazas de toros reconvertidas en escenarios y suele recordar que preferiría ver esos recintos llenos de música y no de sangre.
I’ll Stand by You. Publicada en 1994 dentro de Last of the Independents, esta balada se convirtió en el lado vulnerable de una banda asociada al filo del new wave y consolidó a Chrissie Hynde como una intérprete capaz de hacer creíble la devoción absoluta.
3. Bonnie Tyler: sacerdotisa del melodrama
Bonnie Tyler se volvió la sacerdotisa del melodrama pop. Su voz rasgada, producto de una operación de cuerdas vocales que
nunca cicatrizó por completo, se transformó en su sello inconfundible. Jim Steinman, maestro del exceso operístico,
vio en ella el instrumento perfecto para su visión maximalista y escribió Total Eclipse of the Heart
como una ópera rock
comprimida, una especie de Fausto romántico envuelto en sombras góticas.
El videoclip, con jóvenes coristas que parecen escapados de un internado victoriano perturbado, fue concebido como un homenaje lateral a Lord of the Flies. Steinman no componía canciones, componía universos, y Tyler era el portal sonoro ideal para sus excesos brillantes.
Junto a otros himnos como It’s a Heartache
y Holding Out for a Hero
, Bonnie Tyler se consolidó como una de las voces
más potentes de los ochenta, capaz de elevar el pop a territorios casi míticos.
Total Eclipse of the Heart. Lanzada en 1983 y producida por Jim Steinman, la canción se convirtió en uno de los grandes monumentos de la balada de estadio y en una referencia inevitable del imaginario musical de los años ochenta.
4. Crystal Gayle: elegancia country-pop
Crystal Gayle no heredó simplemente el sonido de su célebre hermana Loretta Lynn, lo transformó. Mientras el country debatía
su equilibrio entre tradición y modernidad, Gayle tendió un puente impecable hacia el pop y el easy listening.
En 1977 había alcanzado la cima con Don’t It Make My Brown Eyes Blue
, que le valió un Grammy y la convirtió en una de las
voces más radiantes del crossover.
Su interpretación de Talking in Your Sleep
(1978) consolidó esa estética sofisticada y limpia. No debe confundirse con el éxito
homónimo de The Romantics de 1983, aunque la coincidencia de títulos suele generar malentendidos entre oyentes distraídos.
La lectura de Gayle, íntima y flotante, se volvió un clásico de la radio adulta de la época.
Su imagen fue igual de icónica que su voz. Su melena azabache, tan larga que le llegaba más allá de las rodillas, se convirtió en un fenómeno mediático y en una curiosa intersección entre la cultura country y el glamour visual del pop de finales de los setenta.
Talking in Your Sleep. Publicada en 1978, su versión convirtió una composición de Roger Cook y Bobby Wood en un delicado estándar de la pista adulta, a medio camino entre Nashville y el universo del easy listening.
5. Yvonne Elliman: de los escenarios sagrados a la pista de baile
La historia de Yvonne Elliman es un viaje desde los escenarios de los musicales de Londres hasta las pistas de baile de todo el mundo. Nacida en Honolulu, en un hogar donde se cruzaban raíces irlandesas y japonesas, su gran oportunidad llegó cuando fue elegida para interpretar el papel de María Magdalena en la producción original de Jesus Christ Superstar en el West End, papel que repetiría en la versión cinematográfica de 1973.
Su nombre quedaría grabado a fuego en la historia de la música disco gracias a los Bee Gees. Los hermanos Gibb, encargados
de la banda sonora de Saturday Night Fever, le ofrecieron If I Can’t Have You
. Elliman, con una voz dulce pero llena
de carácter, transformó la composición en una joya de anhelo y deseo.
La canción alcanzó el número uno en el Billboard Hot 100, un logro monumental en plena edad de oro del disco. Era la prueba de que su formación en el teatro musical podía trasladarse, con naturalidad absoluta, a la lógica implacable de la pista de baile.
If I Can’t Have You. Incluida en la banda sonora de Saturday Night Fever (1977), esta versión se convirtió en un número uno en Estados Unidos y en una de las cumbres emocionales de la era disco.
6. Ana Belén: memoria y ciudad
María del Pilar Cuesta Acosta, Ana Belén, es mucho más que una cantante. Es un icono cultural español cuya trayectoria abarca
más de sesenta años, más de cuarenta películas, treinta obras de teatro y treinta y cinco discos. En plena efervescencia de la
Movida Madrileña, La puerta de Alcalá
(1986), compuesta por su esposo y compañero de vida y arte, Víctor Manuel, se alzó
como un himno generacional.
Sin embargo, su letra era mucho más que una celebración festiva. El monumento madrileño se erigía como testigo mudo de guerras, revoluciones y restauraciones, un símbolo de la memoria política y emocional de la ciudad. Ana Belén, con su autoridad artística y su vasta experiencia en cine de autor desde la adolescencia, dotó a la canción de una profundidad épica que trascendía cualquier coyuntura inmediata.
Su compromiso político la llevó, junto a Víctor Manuel, a afiliarse al Partido Comunista de España durante la Transición. Décadas después, en 2019, declararía que ya no se consideraba comunista, un gesto de honestidad que habla de evolución personal y de la compleja relación entre arte, ideología y biografía.
La puerta de Alcalá. Actuación emblemática de mediados de los ochenta, cuando la canción se consolidó como una crónica cantada de la historia reciente de Madrid y de la España de la Transición.
7. Jeanette: delicadeza en tránsito
Jeanette Anne Dimech (Londres, 10 de octubre de 1951), conocida universalmente como
Jeanette
en la historia de la música en español, encarna una de las trayectorias más singulares del pop hispano. Su infancia transcurrió entre Inglaterra y
Estados Unidos. En su adolescencia se asentó en España. A mediados de los sesenta conoció a un grupo de jóvenes músicos, varios de ellos de origen venezolano,
y junto a ellos formó la banda Pic-Nic, contratada por Hispavox tras una audición en una radio local. Con este grupo grabó
Cállate, niña
,
un éxito rotundo que lideró la lista española durante siete semanas antes de que la formación se disolviera por presión familiar.
En 1971, y por insistencia de Hispavox, Jeanette regresó como solista con
Soy rebelde
,
escrita por
Manuel Alejandro.
Aquella balada definió su sello artístico: una voz frágil y transparente que, sin esfuerzo aparente, podía convertir la melancolía
en un espacio íntimo compartido. Su timbre, moldeado por una biografía nómada, tenía algo extraterritorial, difícil de ubicar en
un mapa lingüístico, y esa cualidad se convertiría en su marca indeleble. El propio Manuel Alejandro, uno de los grandes arquitectos
de la balada romántica en lengua española, ha dejado un catálogo de canciones inconmensurable que sostiene buena parte del imaginario
sentimental del mundo hispanohablante.
En ese recorrido aparece Porque te vas
, una de las historias más peculiares de la música popular. Publicada en 1974 y
compuesta por
José Luis Perales,
pasó inicialmente desapercibida y su título, conviene recordarlo, es afirmativo:
Porque te vas
, no la pregunta ¿Por qué te vas?
, como muchos citan erróneamente.
Todo cambió cuando Carlos Saura la eligió para Cría cuervos (1976). En la película, la voz de Jeanette funciona como un hilo emocional que une memoria, infancia y pérdida. Tras el estreno, la canción fue relanzada y el público encontró en ella una delicadeza que quizá necesitaba otro contexto para ser descubierta. Desde entonces se ha convertido en una de las postales sonoras imprescindibles del cine europeo de los setenta y en un símbolo de la sensibilidad pop en lengua española.
Porque te vas. Grabada en 1974 y catapultada por Cría cuervos en 1976, esta interpretación se convirtió en una pieza esencial del imaginario musical y cinematográfico de la España y Europa de los años setenta.
Años después, lejos del cine y de las radios hispanohablantes, la canción seguía vigente. Llegué a escuchar
Porque te vas
en discotecas de las islas griegas, mezclada entre el euro-disco, convertida en un
resplandor mediterráneo que sigue girando cuando todo lo demás ha cambiado. Esa persistencia, inesperada y casi
geográfica, dice más sobre su misterio que cualquier análisis técnico.
8. Romina Power: felicidad televisiva y secreto pictórico
Hija de la estrella de Hollywood Tyrone Power y de la actriz Linda Christian, Romina Power creció entre el brillo del cine y
la música. Forjó su carrera junto a Al Bano, con quien formó una de las parejas más reconocibles de la escena europea. En ese
contexto, Felicità
(1982) se convirtió en el emblema absoluto de un cierto ideal de felicidad televisiva de la Europa
de principios de los ochenta.
Alegre, solar y aparentemente ingenua, la canción estaba construida con una sofisticación estratégica, llena de arreglos meticulosos pensados para el impacto masivo e inmediato. Era banda sonora de veranos, programas de variedades y recuerdos familiares grabados en VHS.
Lejos de los focos, Romina cultivó una vida paralela en el mundo del arte. Estudió pintura con disciplina y llegó a exponer sus obras en galerías de Estados Unidos, una faceta íntima y reflexiva que pocos asocian con la imagen radiante que proyectaba en la pantalla.
Felicità. Publicada en 1982, esta canción se convirtió en uno de los grandes himnos de la música ligera italiana y en un símbolo de la cultura televisiva europea de la época.
9. Elba Ramalho: carnaval del Sertão
Con la energía de un torbellino y una presencia escénica arrolladora, Elba Ramalho irrumpió en la escena musical brasileña
de los ochenta para llevar el sonido del Sertão nordestino al corazón del pop urbano. Banho de Cheiro
(1983) condensa
esa propuesta: es carnaval, es fiesta, pero sobre todo es identidad.
Su potencia y carisma le valieron el apodo de “la Madonna do Sertão”, una etiqueta que buscaba capturar su capacidad para ser, al mismo tiempo, popular y transgresora. El título no era solo un eslogan periodístico, respondía a una realidad: Ramalho era y sigue siendo una figura central en la defensa del Nordeste.
Ha producido y promovido numerosos festivales dedicados a mantener viva la llama del forró tradicional y sus ritmos ancestrales, convirtiéndose en una embajadora de la cultura nordestina dentro y fuera de Brasil.
Banho de Cheiro. Incluida en el álbum Coração Brasileiro (1983), la canción es uno de los grandes emblemas del puente entre el Nordeste y el pop brasileño de los años ochenta.
10. Evinha: nostalgia en onda media
En la estela de la Jovem Guarda y de la tradición de las grandes vocalistas brasileñas, Evinha, miembro del legendario
Trio Esperança, llevó la balada a un territorio de intimidad y calidez exquisitas. Casaco Marrom
(1973) es una pieza
de dulzura nostálgica, perfecta para la radio AM de la época, que habla de amor y recuerdos con una delicadeza conmovedora.
Su calidad le permitió lograr un reconocimiento inusual. En 1969, contra todo pronóstico, ganó el prestigioso Festival Internacional da Canção, imponiéndose sobre artistas con mucho más aparato publicitario. Fue una victoria del talento puro frente a la maquinaria de la industria.
Desde entonces, su voz es un punto de referencia para quien busque entender cómo suena la melancolía brasileña cuando se la canta en voz baja y sin estridencias.
Casaco Marrom. Una de sus grabaciones más recordadas, convertida en clásico de la balada brasileña de comienzos de los setenta y ejemplo perfecto de su elegancia vocal.
11. Giuni Russo: soprano en el verano eterno
Giuni Russo fue una anomalía resplandeciente: soprano de más de tres octavas, formada en el canto lírico y a la vez experimentadora incansable. Su alianza creativa con Franco Battiato dio lugar a piezas adelantadas a su tiempo, donde la voz era laboratorio y veleta metafísica.
En ese contexto, su decisión de sumarse a una canción de verano como Un’estate al mare
(1982) fue un acto de genuina
audacia pop. Lo que podía haber sido un estribillo ligero se convirtió, en su garganta, en una pequeña pieza de arte conceptual
accesible.
Bajo el ritmo luminoso se esconde una crítica sutil al turismo masivo y al consumo superficial de la Italia del boom económico. Es una canción que se puede tararear en la playa y releer después, con calma, como comentario social cifrado.
Un’estate al mare. Hit de 1982 revisitado en versión restaurada, ejemplo perfecto de cómo una canción veraniega puede contener, bajo su superficie, un comentario irónico sobre el ocio de masas.
12. Rose Laurens: ecos de musical en el pop francés
Africa
(1982) fue un éxito rotundo en Francia, pero su destino fue vivir a la sombra de la homónima global de Toto,
con la que no compartía más que el nombre y una proximidad temporal engañosa. La Africa
de Rose Laurens era una criatura
distinta: mezclaba pop europeo con ambientes cinematográficos grandilocuentes, creando un clima sonoro dramático y evocador.
Lo que muchos de sus seguidores ignoraban era que Laurens provenía del mundo del teatro musical. Fue la Fantine original en la producción francesa de Les Misérables de 1980, antes de que el musical se convirtiera en fenómeno global. Esa experiencia dejó huella en su forma de cantar: cada frase parece arrastrar una pequeña escena consigo.
Su carrera, nacida en los escenarios y consolidada en la radio, es un puente discreto entre el chanson tradicional, la balada dramática de los ochenta y el lenguaje del gran musical contemporáneo.
Africa (Voodoo Master). Single de 1982, restaurado en alta definición, que se convirtió en uno de los grandes clásicos del pop francés y no guarda relación alguna con la célebre
Africade Toto.
13. Melissa Manchester: artesanía musical neoyorquina
Melissa Manchester forma parte de la tradición noble de las cantautoras surgidas de la artesanía musical neoyorquina. Su carrera comenzó en cafés y clubes del Greenwich Village, donde fue descubierta por Barry Manilow, y se consolidó cuando se integró en la escuela de composición de Paul Simon en la Universidad de Nueva York. Aprender con Simon, uno de los grandes arquitectos melódicos del siglo XX, dotó a Manchester de una sensibilidad armónica poco común, donde la emoción nunca se separa del trabajo fino sobre la estructura.
Through the Eyes of Love
, tema central de la película Ice Castles (1979), es representativa de esa elegancia:
armonías cuidadas, fraseo delicado y una interpretación que captura la vulnerabilidad sin caer en el sentimentalismo fácil.
La canción fue nominada al Óscar en 1980 y desde entonces ha sido reivindicada por músicos de jazz vocal por su arquitectura
precisa y su capacidad para sostener versiones muy diferentes.
Reducir a Manchester a una sola canción sería injusto. Ganó un Grammy en 1983, colaboró con Carole Bayer Sager y mantuvo una presencia sólida en la radio de los setenta y ochenta. Capaz de combinar técnica y emoción con naturalidad, encarna una idea muy neoyorquina de la balada: equilibrio entre control y sinceridad, entre oficio y confesión.
Through the Eyes of Love. Tema principal de la película Ice Castles, la canción se ha convertido en pieza de culto por la delicadeza de su línea melódica y por la sobria intensidad de la interpretación.