1950

Los primeros latidos de una nueva era

Selección musical por JGC

✦ ✦ ✦

¿Atajo musical?

Si eres de los que van al grano o temes perder tiempo, encontrarás la selección de canciones enlazadas a YouTube y un reproductor de Spotify justo al final.

Una selección basada en parámetros de calidad y relevancia, no en tendencias masivas.

✦ ✦ ✦

1. Introducción

Al hablar de los momentos destacados de la música del siglo XX, pocas veces nos toparemos con el año 1950. Es uno de esos momentos, aparentemente anodinos en la historia, que parecen transcurrir sin dejar rastro. Nada impresionante parece haber sucedido. De hecho, si uno preguntase a alguien entendido en la materia cuál fue la canción icónica de 1950 —de esas que uno asocia rápidamente con un año— es muy probable que la respuesta del experto se produzca luego de un largo suspiro. No obstante, si nos detenemos a reflexionar más a fondo, y examinamos la situación con una lente más potente, es posible que comencemos a observar el surgimiento de ciertos movimientos en la escena musical.

No es solo el simbolismo del número 50 lo que justifica que hayamos comenzado nuestra selección precisamente en ese momento histórico. Tampoco se trata de un homenaje a Uruguay, por haber vencido a Brasil en el mítico Maracaná. No. Simplemente, es el inicio de una bisagra de década que va a cambiar la música para siempre.

Celebración de la histórica victoria de Uruguay 2-1 sobre Brasil en la final del Mundial de 1950, en el estadio Maracaná de Río de Janeiro
La inolvidable hazaña uruguaya ante Brasil en la final del Mundial 1950

Este breve texto no pretende ser un estudio exhaustivo. No vamos a sumergirnos en tecnicismos ni a revolver datos oscuros. Lo que queremos es compartir una mirada clara y cercana sobre un año que, sin hacer demasiado ruido, forma parte de una historia más grande. Si te interesa entender cómo la música evoluciona junto con el mundo que la rodea, y cómo ciertos cambios sutiles pueden pesar más de lo que parecen, entonces este recorrido es para vos.

Mucha gente ve los primeros años de la década del 50 como una etapa tranquila, una calma previa a las tormentas musicales que vendrían más adelante. Y no está mal pensarlo así. Pero, desde donde estamos hoy, se pueden detectar señales de transformación ya en 1950. Fue un año de transiciones, no de titulares, y por eso mismo merece ser recordado.

2. Reconstrucción tras la guerra

Al comenzar la década, ya habían pasado cinco años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, sus huellas seguían por todas partes. Las ciudades de Europa y Japón se reconstruían ladrillo a ladrillo, y la vida apenas empezaba a parecerse otra vez a algo cercano a la normalidad. La cultura, naturalmente, tardó en volver. Y la música no fue la excepción.

Seamos sinceros: la gente tenía otras prioridades. Comida, un techo, agua potable... eso venía primero. La música no estaba al tope de la lista. Muchos teatros y salas de grabación habían quedado destruidos o se habían usado con fines bélicos. El equipamiento estaba obsoleto o era difícil de reponer. ¿Y el dinero? Se destinaba, en su mayoría, a las necesidades básicas.

En Europa Occidental, el Plan Marshall trajo cierto alivio. Gracias a esa ayuda externa, reabrieron fábricas, volvieron los empleos y algunos sectores comenzaron a respirar de nuevo. Pero en lo que respecta a la música, el ritmo era lento. La mayoría de los discos se quedaban dentro de las fronteras nacionales, y la idea de canciones que viajaran de un país a otro todavía no formaba parte del paisaje.

Afiche de reconstrucción de los años 50: pareja con plano y paloma de la paz
Afiche de propaganda sobre la posguerra (ca. 1950)

3. Límites tecnológicos y un mundo editorial acotado

En 1950, la mayoría de la música seguía editándose en los viejos discos de 78 revoluciones por minuto, hechos de goma laca. Eran pesados, delicados y no duraban mucho: apenas unos minutos por cada cara, y con un sonido que dejaba bastante que desear.

La cinta magnética, aunque ya existía desde los años treinta —gracias a los ingenieros alemanes—, todavía no había ganado terreno como herramienta estándar para grabaciones musicales. Los que estaban en el rubro la conocían, sí, pero no era lo habitual. Las grandes discográficas como Columbia, RCA Victor o Decca seguían llevando la batuta, aunque grabar seguía siendo caro, y la mayoría de las sesiones se hacían en Estados Unidos, Reino Unido o en unos pocos países con infraestructura industrial.

Columbia había presentado el LP —el disco de larga duración, a 33⅓ revoluciones— en 1948. Era una innovación prometedora, pero aún faltaban unos años para que se convirtiera en el formato dominante que todos conocemos.

Reproducción de la etiqueta original de la serie Decca Personality de 1950 para ‘La Vie en Rose’, por Louis Armstrong
Una joya de 1950: la icónica versión de Armstrong en su empaque original de la serie Decca Personality

4. Claude Shannon: cuando el sonido encontró el código

Ese mismo año, una idea comenzó a transformar el modo en que entendemos los sonidos, las palabras, las melodías: Claude Shannon publicaba la segunda parte de su A Mathematical Theory of Communication. En sus páginas, la música dejaba de ser solo arte o emoción: pasaba a ser también un flujo de bits, una señal sujeta a ruido, compresión, redundancia. Era el nacimiento de un nuevo oído —el oído digital— que décadas más tarde reorganizaría nuestra forma de escuchar el mundo.

Retrato de Claude Shannon, pionero de la teoría de la información
Claude Shannon (1916–2001), fotografiado a fines de los años 40. Matemático e ingeniero eléctrico, sentó las bases de la teoría de la información moderna.
Imagen bajo licencia CC BY 2.0.

Y como si no bastara con eso, Shannon también escribió ese año un texto que marcaría otro hito: Programming a Computer for Playing Chess. Allí no solo bosquejaba cómo una máquina podía jugar al ajedrez: insinuaba que también podía razonar, aprender, decidir. La inteligencia artificial, aún sin nombre, daba su primer paso. Mientras los músicos improvisaban nuevas armonías, las máquinas comenzaban a ensayar las suyas.

5. La radio, la música y los primeros pasos de la televisión

La radio seguía reinando como principal medio de difusión musical, aunque no todo era música: en muchos países, los oyentes sintonizaban más por las noticias, los radioteatros o los resultados deportivos. Lo musical quedaba relegado, y la programación variaba bastante según la región. En muchos lugares, las emisoras se limitaban a pasar canciones tradicionales o repertorios locales.

La televisión, por su parte, era todavía una promesa más que una realidad. En Estados Unidos, apenas uno de cada diez hogares tenía televisor en 1950. Y en buena parte del mundo, ni siquiera se habían iniciado las transmisiones.

Aún estábamos lejos de esa televisión que descubriría talentos, impulsaría carreras o lanzaría canciones al estrellato global. Por entonces, los programas dedicados a nuevos artistas o novedades musicales eran escasos y casi siempre pensados para públicos locales. Ver una actuación musical en pantalla seguía siendo, para la mayoría, una idea del futuro.

Locutor radial en los años 50 hablando frente a un micrófono de cinta RCA 77-C
Locutor en estudio con el emblemático RCA 77-C (ca. 1950), símbolo de la edad dorada de la radiodifusión.

6. Una música que aún no cruzaba fronteras

En 1950, la escena musical en Estados Unidos dependía mucho del lugar en el que uno se encontrara. En las grandes ciudades, por ejemplo, el jazz se tocaba hasta altas horas de la noche. En otros rincones, el blues sonaba en reuniones pequeñas, mientras que la música country se escuchaba en zonas rurales a través de la radio. Y entre unos y otros, empezaba a aparecer un nuevo nombre: rhythm and blues.

Todos esos estilos llevaban ya un tiempo circulando, cada uno con su público fiel. Pero de tanto en tanto, en un bar, un salón de baile o incluso en el porche trasero de alguna casa, comenzaban a mezclarse. Se notaba en cómo los músicos se prestaban frases musicales, o en cómo ciertos ritmos se deslizaban hacia canciones inesperadas. Todavía no tenía un nombre, pero algo nuevo estaba empezando a tomar forma.

Más adelante, lo llamarían rock and roll. En aquel momento, nadie sabía muy bien hacia dónde iba todo eso; solo se percibía que el terreno estaba cambiando. Las fronteras entre estilos ya no eran tan claras, y de a poco, las reglas empezaban a reescribirse.

En América Latina, la música vibraba con emoción. Los boleros estaban en auge, y el tango seguía ocupando un lugar central. Se bailaban rancheras, ritmos tropicales y otras expresiones que, con el tiempo, darían lugar a géneros como la salsa o la bossa nova —aunque por entonces, nadie usaba aún esos nombres.

Europa seguía su propio compás. En Francia, la chanson estaba por todas partes: canciones con letras poéticas, a veces melancólicas. En Portugal, la gente se aferraba al fado, con sus melodías lentas y su intensidad contenida. En buena parte del continente, seguían muy vivas las tradiciones populares: canciones transmitidas de generación en generación, cantadas en lenguas locales y entrelazadas con la vida cotidiana.

En aquel entonces, no existía una red musical global. Las canciones rara vez cruzaban las fronteras. No porque les faltara calidad, sino porque simplemente no había mecanismos sólidos que las hicieran viajar. Sí existían herramientas de traducción, licencias y promoción, pero su alcance era limitado.

Pintura al óleo de estilo cubista (c. 1949–50) con cuatro músicos tocando guitarra, violín y acordeón
Cuarteto musical en estilo cubista (ca. 1949–50), trazado con formas angulosas y tonos terrosos.

7. Pocas estrellas mundiales… y pocas estrellas en general

En 1950, la figura de una estrella del pop con alcance global simplemente no existía. Elvis todavía no había irrumpido en escena, los Beatles estaban en la escuela, y Michael Jackson ni siquiera había nacido. Los artistas que lograban cierto éxito solían apegarse a lo que el público ya conocía y disfrutaba. No buscaban revolucionar nada: sabían cómo componer una melodía que se quedara en la cabeza, cómo decir algo que sonara auténtico, y cómo montar un espectáculo que la gente no olvidara fácilmente.

Frank Sinatra, Édith Piaf, Nat King Cole… sus nombres eran conocidos en muchos hogares, y con razón. Sus canciones viajaron lejos, incluso si el mundo todavía no estaba preparado para una fama verdaderamente global.

Frank Sinatra en el set de The Frank Sinatra Show, CBS, 4 de noviembre de 1950
Frank Sinatra en el set de The Frank Sinatra Show (CBS), 4 de noviembre de 1950 — cuando la estrella de la radio empezaba a conocer el nuevo medio.

Pero incluso artistas de esa talla no llegaban a todos los rincones del planeta como lo harían las estrellas del futuro. Ese tipo de fama que atraviesa idiomas, culturas y fronteras aún no se había imaginado del todo.

Además, la industria musical todavía no había puesto la mira en los jóvenes. En 1950, uno era niño o adulto; el concepto de "adolescente" apenas circulaba en el habla cotidiana. Tampoco existía aún la idea de un “mercado juvenil”, aunque a mediados de la década empezaría a tomar forma y transformaría por completo el negocio de la música.

8. Música y cine, justo antes del gran giro

Unos años antes de que iniciara la década de los cincuenta, el cine ya había ofrecido canciones memorables. Por ejemplo, Over the Rainbow. Judy Garland la interpretó en El mago de Oz, y muchas personas todavía la vinculan con algo que no se puede definir por completo. Y luego está Casablanca. ¿Quién puede olvidar cuando Dooley_Wilson se sienta al piano y canta As Time Goes By? Esa imagen, con todo lo que implica, permaneció en la memoria de generaciones.

Igualmente existieron otras. Fred Astaire interpretó Cheek to Cheek, y la melodía se volvió parte del imaginario. Bing Crosby, por su parte, estableció todos los récords con White Christmas . Una canción navideña suave, nostálgica, que aparentaba acoger.

Humphrey Bogart y Dooley Wilson en el piano, escena de Casablanca (1942)
Humphrey Bogart y Dooley Wilson en la clásica escena de Casablanca (1942), donde la música y la emoción de guerra se encuentran en Rick’s Café Américain.

Sin embargo, situaciones como esas eran inusuales. En términos generales, el cine y la música continuaban caminando por senderos paralelos. La era dorada del musical hollywoodense aún no había comenzado.

Títulos legendarios como Cantando bajo la lluvia o Amor sin barreras (West Side Story)... seguían aguardando su momento tras bambalinas. La ola se estaba gestando, pero no había roto aún.

En aquel tiempo, la mayoría de las bandas sonoras eran orquestales, pensadas para escucharse solo dentro del cine. Y, sin embargo, muchos sabemos lo que puede lograr una buena música en una película: un crescendo de cuerdas que eleva una escena, una línea de piano que aprieta el corazón, o apenas unas notas que congelan el aire justo antes de que ocurra algo importante. Los estudios contaban con compositores de gran talento —aunque no fueran figuras públicas— que sabían cómo conmover sin decir una palabra.

Aun así, esas músicas raramente salían del ámbito cinematográfico. No sonaban en la radio, ni se compraban en formato físico. Las bandas sonoras no formaban parte de la vida cotidiana: permanecían allí donde habían nacido —como parte de la experiencia del cine, no del día a día.

9. Desarrollo desigual de la industria discográfica en el mundo

Algunos países —como Argentina, México, Brasil o Francia— contaban con industrias discográficas relativamente activas, pero seguían estando aisladas en términos de distribución.

Tomemos el caso de Argentina. Incluso quince años después de su muerte, la voz de Carlos Gardel seguía sonando por todas partes. Así de profunda puede ser la huella de una leyenda en el corazón cultural de una nación.

Brasil tenía a Carmen Miranda, una estrella global gracias a Hollywood. Pero en su tierra natal, las opiniones estaban divididas: algunos celebraban su éxito, mientras otros sentían que esa versión con lentejuelas de Brasil no reflejaba la realidad.

En gran parte de África, la música seguía viviendo donde siempre lo había hecho: en los pueblos, en los festivales, entretejida con la vida diaria. Las grabaciones comerciales llegarían más tarde, muchas veces impulsadas por sellos extranjeros bajo influencia colonial.

Detrás del Telón de Acero, la música enfrentaba controles más estrictos. Si una canción no seguía la línea del partido, lograr que se editara en vinilo era una verdadera odisea. Bajo el mando de Stalin, la creatividad vivía bajo una correa muy corta.

Mientras tanto, en Asia y el Pacífico, la música seguía su propio camino. Las bandas sonoras del cine japonés vibraban con energía, los ragas de la India se desplegaban como espirales bajo el calor de la tarde, y los habitantes de las islas conservaban vivos antiguos ritmos —sonidos hermosos que rara vez cruzaban sus propias costas. No porque les faltara brillo, sino porque las autopistas musicales del mundo todavía no llegaban hasta allí.

10. Algunas canciones destacadas de 1950: escasas pero memorables

Aunque la mayoría de las canciones grabadas en 1950 se quedaron dentro de sus propias fronteras, unos pocos títulos lograron ir más allá, a veces de inmediato, a veces con el paso de los años.

Un ejemplo es “The Tennessee Waltz”, interpretada por Patti Page. Fue una de las primeras canciones populares en Estados Unidos que llegó a públicos de distintos estratos sociales.

Otro caso es “Mona Lisa”, una balada suave de Nat King Cole. Algunas canciones se convirtieron en clásicos casi sin que nadie se diera cuenta. Ese sonido orquestal pulido que tanto se apreciaba en la época fue el cauce natural para muchas de ellas.

Pensemos en “La Vie en Rose”, de Édith Piaf, grabada en los años 40 pero que se volvió un fenómeno mundial al comenzar la nueva década. Lo mismo ocurrió con “Bésame Mucho”. La compositora mexicana Consuelito Velázquez la escribió en los años 30, pero fue en los 50 cuando se transformó en una favorita internacional, con versión tras versión recorriendo el mundo.

Y está también el caso de “Tico-Tico”, ese tema brasileño vivaz y chispeante compuesto en 1917. Habría permanecido como una joya local de no ser por los sombreros frutales de Carmen Miranda y la orquesta de Xavier Cugat, que lo llevaron con todo el brillo de Hollywood a los escenarios globales tras la guerra.

Poster de la película musical brasileña Tico-Tico no Fubá (1952), con los actores principales y un teclado de piano
Afiche de Tico-Tico no Fubá (1952), biopic musical brasileña dirigida por Adolfo Celi sobre la vida del compositor Zequinha de Abreu, cuya pieza de 1917 se convirtió en un éxito mundial.

Pero todas estas fueron, en realidad, excepciones. La mayoría de la música producida en 1950 permaneció en el ámbito local, fue efímera o tuvo un alcance modesto, más determinada por las circunstancias que por una búsqueda consciente de fama global.

11. Una mirada panorámica de lo que estaba por venir

A primera vista, el panorama musical de 1950 tenía un aspecto exterior modesto, sin pretensiones, pero el cambio ya estaba latente: una transformación constante e irreversible comenzaba a gestarse

Así, en 1951, Gibson presentó la Les Paul, la célebre primera guitarra eléctrica de cuerpo sólido. En un principio, esta incorporación no causó gran revuelo, pero gradualmente sentó las bases del sonido que definiría la música moderna.

Guitarra eléctrica Gibson Les Paul dorada sobre fondo oscuro, destacando sus curvas y detalles vintage
La Gibson Les Paul marcaría el sonido de la música moderna.

Apenas un año después, el LP —abreviatura de Long Play— empezó a ganar terreno. Ofrecía mejor calidad de sonido y más tiempo de reproducción, permitiendo disfrutar un álbum completo sin dar vuelta el disco. Para muchos, fue la primera vez que la música se volvió algo para sentarse a escuchar de verdad, no solo para picotear.

En 1953, Ray Charles comenzó a experimentar con góspel y rhythm & blues. El resultado fue algo crudo, poderoso y profundamente conmovedor; tal vez la primera manifestación de lo que hoy conocemos como soul.

Y al año siguiente, todo cambió: Bill Haley hizo tronar “Rock Around the Clock” por todas las radios de Estados Unidos. Aquello no era simplemente música. Fue un trueno que anunciaba que se venía una revolución.

En 1955, dos sacudidas sísmicas ocurrieron al mismo tiempo: Elvis Presley firmó contrato con RCA y Chuck Berry lanzó “Maybellene”. No eran solo cantantes: con cada mueca y cada rasgueo, reescribían las reglas. Casi de un día para otro, la música popular se lanzó hacia un rumbo completamente nuevo.

Y entonces llegó 1956, y el rock and roll explotó. De pronto, los adolescentes ya no eran solo chicos esperando crecer: eran una fuerza cultural con su propia banda sonora. La industria musical, por fin, lo comprendió: esto no era solo música para escuchar, era música para vivir. Y así, el juego cambió para siempre.

12. Reflexiones finales

1950 fue, en esencia, un año de lenta gestación. Las fuerzas que más tarde redefinirían la industria musical global —tecnológicas, comerciales, demográficas y estilísticas— aún estaban tomando forma. El mundo de posguerra no solo reconstruía sus ciudades y economías: también recuperaba su paisaje sonoro cotidiano, sus hábitos musicales.

Hubo un tiempo en que la música —con su trinidad sagrada de ritmo, melodía y armonía— latía al unísono con las ciudades. No necesitaba viralizarse: le bastaba con resonar en salones de baile, cafés, cines antes de la función, en esas radios a válvulas que tejían comunidades sonoras, mucho antes de la gran homogenización digital. En esa condición, hoy nostálgica, reside parte de su encanto. Puede que muchas canciones de 1950 hayan quedado fuera de los catálogos populares, pero su papel en la historia es decisivo, aunque no figuren en las grandes antologías. Sin ellas, nada de lo que vino después habría sido posible.

✦ ✦ ✦

Achtung!

Los títulos de las melodías incluyen enlaces a YouTube, lo que te permite escucharlas a tu ritmo, una por una. Puede llevar tiempo, sí, pero tiene su encanto, como revolver una vieja colección de vinilos. Si prefieres disfrutar de la selección sin pausas, al final de esta página encontrarás nuestra lista en Spotify. Esto es posible siempre que estén disponibles en la plataforma. Pulsando en los nombres de los artistas obtendrás información adicional.

Una selección basada en parámetros de calidad y relevancia, no en tendencias masivas.

✦ ✦ ✦
Celebrando la lista de melodías de 1950

Sello sonoro de JGC

✦ ✦ ✦
✦ ✦ ✦

Tamiz Musical

Algunas claves para decidir qué destacar y qué dejar en el olvido:

Impacto cultural

¿Cómo resonó en su época? ¿Dejó huella en la cultura?

Innovación sonora

¿Introdujo nuevas texturas, ritmos o técnicas?

Originalidad lírica

¿Aporta una voz poética o narrativa singular?

Calidad de grabación

¿El sonido está bien cuidado, equilibrado y profesional?

Recepción crítica

¿Fue reconocida por la crítica o por sus pares?

Riesgo artístico

¿Evita lo fácil? ¿Se atreve a proponer algo distinto?

Prueba del tiempo

¿Sigue sonando fresco hoy?

Legado

¿Influyó en otros artistas? ¿Dejó rastro?

Documento del momento

¿Retrata algo esencial de su tiempo?

Equilibrio

¿Combina popularidad con profundidad artística?

Diversidad

¿Aporta variedad idiomática, estilística o geográfica?

El factor JGC

Una afinación del gusto musical: esa sensibilidad que distingue lo pasajero de lo perdurable.